Tuesday, November 07, 2006

Madame Barrett desata su esquizofrenia.



-Quinto piso, puerta 503 -murmura el ascensorista medio borracho medio con sueño, en su peluda mano reluce la pulsera del Bam Bam.
-Gracias viejito- respondí y me sequé las manos transpiradas, al segundo volvía a tenerlas igual.
-¿Qué mierda puede querer de mí? -pensaba mientras mi mano viajaba hacia el timbre. Un error es muy probable.
Madame tiene montones de problemas de identidad, de personalidad, de autoestima, de frigidez, lo único que tiene es dinero, siento que la visita será corta. No abre la puerta y creo que me mira por el ojo mágico a lo que respondo con una mirada de niño bueno.
Se abre la puerta de cristales gruesos y dibujos de ancianos aztecas temblando de frío por culpa de su dialecto, escucho la voz suave de Madame Barrett y unos vals electrónicos de Tomita , ella me dice:
-Por el ojito mágico se te veía una cara larga de africano homosexual, no sé ve bien pero parecías un mapuche dentro de un submarino, como si yo te amenazara. Mientras no cometas errores estaremos bien, ¿cuántos años tienes Elver? -pregunta Madame dándole suma importancia a sus leyes laicas de ingreso a su affaire...
-Diecinueve- respondí apestado.
-Pasa hombre, es broma -entré al salón lleno de cabezas embalsamadas de políticos muertos. Madame insinúa: -Yo tengo, mmm, eso no se dice.
-Como quieras, yo no he preguntado nada.
La primera mirada que di alrededor cayó sobre un libro de Henry Miller, leí Trópico y no supe cual de los dos, la luz de las lámparas era delicada como un rayo enfermo, unos pinceles y géneros coloreados abstractamente decoraban su solitaria exquisitez. También habían telones blancos y explosiones biotérmicas y caimanes rezando por un mundo mejor, telas ansiosas de arte o de un buen martillazo.
-¿Qué estás haciendo en las tardes Elver? -pregunta ella desganada.
-Escribo, leo, cuando sale algo trabajo.
-¿Y para que trabajas? -ironiza .
-Por dinero, porque mas va a ser, así puedo invitar a mujeres a pasear por las calles
apartadas y desconocidas y encerrarme en moteles y emborracharme con mi plata.
-Invítame entonces -agregó Madame Barrett mostrándome su concepto absoluto de belleza, su cuerpo delgado deja reluciendo una silueta perfecta y mejor me mordí la mano para evitar decir algo grosero o hacer un sonido vulgar.
-Anoche me costo un kilo quedarme dormido- le digo para despabilar y ella se retuerce para parecer a gusto, -Que extraño, a mi también me costó- murmura.Madame Barrett seguía las reglas, me miraba poco y su cabeza iba pensando cosas malas de todo el mundo.
-Qué triste es tener tantos enemigos- insinúe sobre sus hombros, salimos de su departamento y esperamos que llegue el ascensor, nos subimos solos. -El tipo debe andar comprando más chicha- dice ella. En el techo van descendiendo los números en una pantalla de números romanos. Bajamos y algo me sube en el estómago. Madame Barrett tiene pinchazos marcados en las venas de los brazos, no puedo ocultarlo, siento pena y una desilusión no por ella, sino por nosotros los que inspiramos su suicidio.
Después de un tiempo alguien me contó que era enferma y debía picarse drogas permitidas. Su enfermedad era muy común, jugaba a la escondida dentro de su cerebro. La medicina le da la guerra al pacifista atolondrado que guarda en las trincheras de sus entrañas, o al revés, en esos momentos esquizoides era capaz de darse un tiro y despertar con los gritos a sus vecinos artistas y mercenarios, despertaban hasta los bailarines callejeros que dormían en la puerta del edificio. Habían unos adictos hardcore cohabitando con los murciélagos en el entretecho y su aspecto de leñadores gringos mezclado con punk híbrido, habían domadores de pirañas y de esposas, políticos renunciados que querían vivir bebiendo hasta morir, muchas lagunas mentales y guachos epilépticos, todos despertaban cuando Madame Barrett desataba su esquizofrenia.
De pronto ella me dijo al oído: -¡Tengo el calzón metido en el poto, me siento violada, hay minas que les gusta, pero a mi no, mas bien me divierte la situación callejera de tener que sacarlos de ahí!-
-Yo no uso -le digo.
-Ni que fueras maricón.
-Estoy hablando de calzoncillos, ando a lo gringo.
La conversación estaba apta para chistes cortos y desviados, pero según Madame Barrett los chistes cortos son una prueba rotunda de nuestra imbecilidad. Caminamos todas las plazas de Eureka y en todas veíamos pequeños raperos en tablas de skate que chocaban entre si, uno que otro lograba dar el giro completo y seguir arriba. Algunos candidatos se autopropagandean y dan leche a los niños más flacos, hacen risitas hasta a los perros vagos y se pelean por cada voto.
-Que pena que seas tan flaco, es posible la existencia de algún músculo dentro de eso- sentenció Madame riendo a carcajadas mientras me apretaba el brazo fofo.
-Pero hay casos peores- advertí a falta de argumentos. -Ojalá que por la noche no sientas deseos sexuales y solo me tengas a mi cerca -ironicé.
-No seas tan extremista, igual me gustas mucho.
-No, entre nosotros hay una distancia astronómica.
-Yo no tengo nada que cobrar en otro mundo -dice Madame Barrett. Así que dame un beso.
-Para que vamos a matar este romance tan rápido, tú también me gustas.
Cuando el dolor se esconde mucho tiempo queda sepultado en la sangre y le siguen fuertes dolores estomacales, naturalmente me intentaré terminar con este mal rato, la miré un momento y sentí que sus labios me esperaban, ella me miraba poco, su vanidad se sobrepuso. Cuando nos despedíamos sentí nervios por el lugar donde pondría el beso, volví a mirarla y quería saber que mierda estaba pensando de mí. Quizás me veía igual que un apollerado o un poco hombre, su mirada me desnudaba y el pudor y mi corazón acelerado me hicieron hablar entre vocablos cortados. Criticamos los movimientos económicos de nuestros padres, Madame Barrett comentaba lo malo que era Eureka de noche, eran cerca de las doce de la noche y por un cigarro ciertamente un basenómano nos cogotearía.
Las gotas tibias de información caen sobre nuestras frías cabezas, quizás algún día encontremos la medida exacta. Siempre he creído en la extraña estadística de que las uniones de burgueses terminan mal, pero nunca pensé en el polo opuesto, el mío, yo no tengo nada y ella tres ovejas en una cabaña.
-¡Quiero peñiscarte! -murmuro Madame mirando la luna menguante.
-¿Por qué?- pregunté sobándome el estómago.
-Para que despiertes.
-Bésame un poco te faltó decir, tengo un punto en mi contra.
-Nada grave.

Le bese suavemente la mejilla. Me vine caminando por la oscuridad del Brooklin criollo, para que me temieran, un cigarro a esta hora es un seguro de vida, en todas las esquinas se juntan los adictos a fumar y a esperar que alguien les de dinero, y sino es así, se lo quitan. Giro para verla por última vez y alcanzo a incrustarle la mirada en su culo precioso y su espalda afinada, mientras avanzaba alejándome quería poder verla al otro día, se sabe más de una persona escuchando que hablando, por ese mismo motivo no estoy inscrito en los registros electorales, miro su espalda y su culo y sus calzones están perdidos en sus cachetes depredadores.
Se puede escuchar desde la calle los gritos alharacos de Janis Joplin, suena extremadamente fuerte y los vecinos miran hacia el ventanal también, los vecinos rumorean que la alocada muchacha los dejara sordos, otros más exagerados gritan “incendio, incendio”, la mayoría de ellos mueren a la mañana siguiente. Madame Barrett se cuelga de los cortinajes y llegan cuatro bombas rojas directo al grifo de la puerta de entrada del edificio. No existe tal fuego y los bomberos llaman a la policía para que proceda con la detención del vecino exagerado y el chancho del cuento del lobo también.
Puedo soportar tus miradas demoledoras, pero no podré con tus exóticos lunares, sé que Madame Barrett odia los peluches, los chocolates y las flores, según ella yo solo ando en busca de sexo, quiero relacionarme con arquetipos vanguardistas y anti- circunstancias, lo mejor siempre es tomarlo con calma, sorbo a sorbo, es mejor así, para no perder nada, pocas veces pongo tanta atención a una mujer, con Antonia Jassim hablábamos tardes enteras y nunca escuché sus argumentos reales, sino que me conformaba con su olor y sus palabras volando en círculos dentro de la habitación para mi, y mi soledad ilustre.
-¿Me gustaría saber que significó el silencio tuyo en la mitad de la noche?, aunque tal vez desista de saberlo, porque prefiero escuchar cosas buenas.
Madame Barrett se quedó mirando los neones de la ciudad parada en el ventanal de su departamento, se me revuelve el estómago y toso como debo hacerlo, la cerveza fría de las noches anteriores me pasa su cuenta carraspera. Suena Silvio y algunos calman sus conciencias, control remoto y camaleón cubano. Me pierdo en la vereda y en los edificios las señoras cuelgan ropa recién lavada, los ladrones esperan que la gente duerma, todo ocurre como una emboscada de las favelas, recuerdo su calzón perdido y me excito.
-Cuídate Elver -dijo Madame Barrett y me tocó el pie sin emoción, pero con espontaneidad. Caminé hasta la botillería y escogí la etiqueta de siempre. Emiliano deambula fumando hierba por Eureka, según él todas las fantasías con mujeres son posibles, siento que Madame Barrett se incrustará en mi pecho peor que una dictadura.
Sin lugar a dudas la mejor sombra la dan las matitas de marihuana, Joselito el magnate sube a su auto modelo pitomóvil de emergencia Eureka total, enciende la radio y sin saberlo escucha The Smiths, cambia el dial y busca sound.
-Quiero escuchar esa canción que cambiaste -le digo con actitud nazi.
-A mi no me gusta y la guevá es mía y escucho lo que yo quiero.
-Bájate entonces y veamos quién manda.
-En mi auto mando yo Elver.
-Voy a hundir en el polvo tu insolencia -le grito.
-Ándate cagón, anda a lavarte el poto primero.
-Nunca te enfrentarías conmigo analfabeto. Te haces caca primero.
-Elver, ya te dije con buenas palabras, si sigues vas a ver.
-¿Crees que te tengo miedo cagón sin seso?
-Sácate el kiwi del hocico.
-Cállate imbécil chupapico.
Joselito el magnate es el peor vendedor de todos los peores, siempre pierde todo lo que ganó fumando pasta, cuando ve a un posible cliente sale corriendo a ofrecer su mierda, sus ganancias son escasas y fuma pasta de forma ininterrumpida, una pipa tras otra, es ridículamente seco para la “pasta yola” y nunca sube lo suficiente para terminar de una buena vez, Joselito necesita más a cada instante, en los momentos que vuelve a la Tierra se desespera y bebe petacas guatonas de coñac o menta, a veces creo que sería capaz de atravesar Chile por una última base.
-A veces ni fumo y me conformo con tener una en la mano- dice con la baba apunto de caer, la devuelve a su boca pasando por sus labios quemados y con los cueros resecos.
-La guevá loca.
-Vos no te imaginai’.

Joselito está con el beneficio de la salida diaria por su buena conducta, goza de una libertad vigilada.
-Ya no estoy seguro ni preso ni libre, siempre creo que alguien me esta sapeando, desconfío hasta de mi cara en el espejo, hay días que miro en el interior del iris y siento que la policía está ahí grabándolo todo, viste que uno también a sido del frente armado, vos ni te imaginai, los pacos ni preguntan por mí, porque saben que me arreglo con los ratis.
-Tengo tanta coca como pelos en la raja y los demás longis tienen que bailar la cumbia que yo les canto.
-Vos poh- arremetió Kamisú Brancato, un pequeño vendedor de marihuana, sobrino de la Tere y de otros traficantes de élite. -Te creí el tarro con más duraznos agueonao´-. Camina hasta el carrito de las papas fritas y se come un completo gigante para saciar su bajón cruel, algunos mean entre los arbustos que crecieron sin que nadie los plantara.
-Tengo la espalda cansada de tanto pensar en trabajo -dice Joselito.
Viene Denis Gaita y Emiliano Wail, suena Marylin Manson, el adolescente que come murciélagos de chocolate igual que Ozzy Osborne, sin duda, prefiero a un abuelo borracho cantando en Chiloé apunto de llover. Caminamos un rato por el basural de ideas, el viento le sube un poco el vestido a Denis y mis revoluciones cardiacas se elevan igual que mi falo, su ropa americana junta y pega con su peinado y sus ojos verdes, entre los tres nos fumamos una tuerca del porte de un dedo y desatamos irreverentes dogmas superfluos, desatamos nuestras expresiones vacías y legitimas. Queremos desatarnos de todo eso, y que mejor que dejar volar las palabras, desamarrarlas de nuestra lengua.
Fotografía : Diane Arbus



1 comment:

Elver Cruzila said...

Pobre Madame Barrett, se quedo esquizofrénica y sin que nadie le diera una palabra de apoyo siquiera. Así es la vida.