Pablo Bermuda (el barco ebrio era de Rimbaud)

La poesía que intente vanagloriarse de tal, debe ser, en principio, un elaborado manifiesto socialista. Neruda siempre intento, con vagos atisbos, que las personas fuesen tratadas de igual forma, o en su fatalidad, tuviesen las mismas estoicas ensoñaciones. Ocupaba pequeñas citas para grandes proverbios.
“Francamente no se trata de molestar a nadie. Porque, porque no nos dejan sentarnos y comer”.
Podría definirse como un liviano poeta de dos toneladas, el barco en cuestión es la vida y todos somos los pasajeros. Otro poeta chileno, Vicente Huidobro decía que la vida era un viaje en paracaídas y que cada vez que alguien estaba mal, era porque se había quedado enganchado en una estrella apagada. Para Huidobro era casi el destino, las premoniciones, las cosas que debían pasar y no ocurrían.
En este barco Neruda intenta explicar que el sistema de poder nos tiene prisioneros hasta de los más mínimos movimientos, para enumerar, unas galletas, la vista, la libertad que muchas veces no se encuentra en ninguna parte, o en casos extremados, en ninguna estrofa. Con poesía Neruda nos demuestra que somos pequeñísimos apéndices de un sistema de poder internacional. El progreso a él no le incumbe, al poeta le importa el sol, el mar, la mujer, la vida.
Neruda anhela la felicidad perenne, no quiere toparse con la tristeza a la vuelta de la esquina, pero siempre está ahí, abundan las penas en el puerto, en el mercado, en los barcos y su inagotable mar. Se rebalsan las calles de dolor, Neruda se revela contra su naturaleza, la ambición.
El invierno es frío y hay demasiada gente sin abrigo, con sus elegantes vocablos intenta dar alegría a borbotones a tristes situaciones, el barco en estos cataclismos queda a la deriva, casi hundiéndose, pero él como aquellos bizarros poetas lo saca a flote, con primorosas palabras.