Monday, August 16, 2010

.POR EL AIRE.


Y si fuera sencillo hacer llover en tiempos de sequía, si fuera sencillo hacer sentir a un dictador, si fuera fácil cambiar la rueda en panné con solo mirarla, y con la gata echada a un costado. Si pudiera tomar el lápiz otra vez y escribir con facilidad, velozmente, plasmando grandes historias como lo hacía antaño. Por el momento debo conformarme con imaginarlo, no puedo hacer llover y menos cambiar la rueda con la vista, lo que si puedo manifestar y exponer es que si no escribo primero me ahogo y luego, muero. Caigo en el abismo, me desvanezco, pierdo, me quedo solo dentro de mí. Ahí está el lápiz, ahí van las historias,
-“Vamos Cruzila Delacalle”-me digo. Has rodar el bolígrafo aunque sea prestado, hazlo tuyo otra vez, me muero sino. Y lo anómalo y estrambótico es que soy yo mismo aconsejando a mi alter ego, el vil Cruzila. Se lo digo por primera y última vez, “no te desanimes, ¿de que sirve?, no te dejes morir porque ya has muerto bastante, el NO ESCRIBIR es una pesadilla constante, son las pesadillas de la bestia cabrona de las palabras”. Y fue así, pues todo explotó sobre el papel y quedó olvidada la sangre sobre él, ahora amoldaré las ideas y algunas palabras, esas compañeras que me hacen sangrar a mordiscos. Lo que me descontrola es que no siento nada, no es pena, no es felicidad, es absolutamente NADA, ha vuelto la anhedonia que se manifiesta, rutilante, feroz. Es un gran vacío que me mira mientras agonizo, el vacío es lo único que tengo y eso a veces me estorba, el punto de inicio, la soledad, el punto final. Quisiera descubrir el antídoto, la cura, por ahora solo consigo empeorarlo todo. Mi sonrisa se fuga y mi amor moribundo va alejándose a distancias dermatológicas, es decir, su piel no me inmuta.
-¿Qué está pasando con mis bombeos de amor?, ni siquiera me calientan las grandes tetas ni los inmensos culos circulares, parece que nada me preocupa, tal vez sus labios, sus piernas, solo tal vez, por ahora no tengo nada claro.
-¡Menos mal que piensas morirte luego, porque con ese carácter te verías mejor muerto!- me enrostró ella con un acelerado grito endemoniado. Lo peor de todo es que no me importó su forma de decirlo ni sus sentimientos moribundos, yo creía que ella tenía la razón.

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