ANHEDONIA, o la pérdida absoluta del placer por las cosas.

Pasé de hedonista (es decir, alguien que considera el placer como única finalidad de la vida) a practicar y sin entrenador, una vil existencia anhedónica, o en otras palabras, la perdida absoluta del placer por las cosas. Que es algo así como ser un objeto, un personaje que pierde los goces de cualquier sostenimiento y queda en nada, vacío, excluido, perdido dentro de sí mismo, un asceta que ha viajado tanto dentro de sí que ya no sabe como regresar, el hedonista siente que la vida tiene como único fin, por sobretodo: el placer, y durante muchos años viví salvajemente este límite entre drogas inmundas y otras delicadas, coitos no forzados, con gorro y sin él, zorras viejas y pendejas, coños depilados y otros negros entrepiernas estilo jackson five criollos. El placer lo conseguía con tenues e intensos colores, lindos pitos, música en la que aún creo, ácidos…palabras…imágenes…todo un mundo placentero y audaz…y ya, de pronto y de golpe…se terminó, era…y todo por supuesto, bajo el rigor de la madrugada, que claro, es la extensión de la noche, y el sol remeciendo la almohada. Un día perdí el hedonismo y la brújula que me llevaba hacia él, es doloroso igual o más que la pérdida de un amor sincero, quedé humeando entre letreros viejos y pasando de una vida llena de gozo y placer a una vida vacía y sin intereses, trabajaba desde temprano y volvía a dormir tarde, y otra vez a trabajar y a ganar dinero para algún otro. Había perdido el placer por las cosas, por cualquier cosa, cosas buenas, cosas malas, no podía ponerle atención a nada ni a nadie, no sentía nada mas que oscuridad y estaba sonriendo de mentira, fingiendo todo el tiempo para no dar luces a los demás de mi fugado sentido del placer, lo único que conseguía sacarme del letargo eran unos cogollines que conseguía de vez en cuando y también decenas de alprazolanes que repartía entre las comidas, algunos días me refrescaba la somnolencia mental después de bailar entre lindas mujeres y mi imaginación en silencio que levantaba calumnias sobre sus sexos hirvientes y ese placer crecía y crecía hasta reventar el marrueco de mi pantalón y bailar y bailar con los ojos cerrados sin importar niún puto reloj. Desde hace unos años sufro con esta gris resaca anhedónica, pero estas últimas semanas han sido groseras, toscas, inciviles, dementes, perturbadoras, violentas. Ahora que escribo esto no lo estoy sintiendo, pues claro, no siento nada hace días y además he tomado tres alprazolanes regalones que me tienen viendo el horizonte y su luz sepia acariciando las montañas y la lentitud de mis dedos y la calma de mis pestañeos es un himno de Portishead en mi tobogán cardíaco y cerebral…no experimento placer por nada, ni lo contrario, nada me enrabia, es la nada en lo absoluto. Me he coronado príncipe del vacío y escucho cassettes viejos, psicodélicos, electrónicos, oigo a bluseros y jazzistas negros y muertos, releo cuentos y novelas, que hace años atrás, me gustaban mucho, intento medicarme con arte y nada cambia. Recuerdo que antes seguía un culo o unas tetas por cuadras y eso me entregaba un placer único, podía ver el sol serpentear, la playa vacía, podía estar viendo rebotar pechos y saber, sin tocar incluso, el número de sostén que aquella perseguida muchacha usaba…veía el aire que movía su pelo impecable, y analizaba a los niños que perseguían palomas mansas de la Plaza de Armas Tomar. Los culos me daban un placer extremo, ahora no me importan, parecía que el infierno de sus glúteos me ensalzaba la caída de la baba, pues era normal para mí babosear y sonreír con la belleza de aquellas angelicales y recién es-cogidas musas desconocidas…y ahora ni siquiera me anima abrazar la almohada, ni oír nada, ni caminar un paso de más, no quiero nada más que dormir porque mis flores traen las cuencas vacías.
Por otra parte tengo claro que la vida es lo que hay que hacer antes de morir, y ante esta premisa, la anhedonia se disipa con el efecto latente de este otro sentimiento desesperado, vivir.
Lo cierto es que el placer se fue de mí, y creo que lo mal ocupé y se enojo conmigo y no piensa volver porque me odia como tantos más y por eso me abandonó. Perdí el placer y luego perdí a una mujer y claro, gané una verdad. Soy un juguete roto abandonado hasta por el perro de la casa. Cápsulas bicolores. Grageas varias, muchas grageas amigas envasadas pues, me han tranquilizado, pero de cualquier modo estoy alerta, esta agria soberanía mental va a caer. Yo mismo la voy a derrocar. Y ya sabes, te estoy esperando, te quiero cerca para que me destruyas de una vez, y volver a nacer…un placer es algo así como una caricatura de una pepita de reloj de arena que anhela ser una roca del fondo del mar. Es un ligero sonido como el que hacen los ojos que no quieren ver. Mi corazón se escabulle por el bardo, la charla se vacía, quedo sordo, escalo tus senos gordos para nada. Yo permanezco adentro tuyo, la verdad es que no fue un placer, fue una dictadura humillante. Sentía que me decías “quieres un dulce”, escógelo, ¿caca o pus?. Y me detengo ante tu mirada y me apresuro a apagar las luces para que todos estos gatos resulten pardos. Empujaba mi soledad por las calles y analizo con frialdad que esta decadencia es un concepto comparativo, no hay duda, pues sé que estoy abajo porque siempre estuve arriba, ya no conozco a nadie y no quiero conocer a nadie más, ya no doy sombra y me cuesta trabajo respirar, no soy yo en medio de la tormenta. Estoy instalado en medio de mi vida y debo decirlo, es difícil estar aquí, contemplarse con altura de miras y aliviarse un tanto, al saber, que la vida se siente en sí misma alicaída, rebajada e insípida. En resumen, creo que conseguiré la mayor altura posible, tomaré atajos si es necesario, iré hacia arriba otra vez, eclipsaré, llegaré lo más alto que puedan mis fuerzas, y sin duda, saltaré.