Friday, November 03, 2006

El Hombre Pool. (The Al Pacino sessions)


Se perdió seis años de Eureka Plaza por asesinato, después volvió, ganó la libertad haciéndose pasar por hermano de la palabra de Dios, ahí me contó eso, echando el tres y el cuatro seguidos, en distintos hoyos.
-Cacha, estoy pillo coco- bromea él. Pásame el diablo.
-Vos mismo.
Saca una pistola, me apunta y su cara de loco me revuelve el estómago, de suerte se me ocurre decir: -Te quedo pagado el cinco-.
El Hombre gira y guarda la pistola, le pone un leve massé a la blanca y cae el cinco.
-Si no le hago esa guevá no cae la naranja mecánica.
Dudo que sepa de la película, pero esta vez no digo nada, no quiero decirle nada, lo dejo que hable y me concentro en los golpes... -Cacha esta macha.
Lentamente el siete se acerca a la banda, le peñisco el costado y se va, El Hombre dice:
-Buena. Pero sácate este pillo. Lo hago y trato de tirarle uno que falla por imprecisión.
-¡Buena cariño, quedé ciego!- dice él. Andas con la paipa. Elver se te cayó la guagua. El diez era mío.
-A palos caen las nueces -digo sudando helado.
Cuando hacían campeonatos o apuestas El Hombre siempre ganaba, fue lejos el mejor, a su hijo mayor le dicen Pool Neuman, con la blanca me echa el once y el trece estaba pagado, pero primero había que tirar el doce y le recalco:
-El doce trae regalo.
-¡Mías. Las dos, la mesa, toda la guevá!
-(pienso decirle “este es tuyo”, pero cierro la boca como un cobarde apolillado)
De la mesa del fondo le gritan, -¡Aquí todos te tienen miedo porque hay puros lonjis!-
Era el “cara de caca”, otro maldito adicto juega pool, el Hombre deja la tiza en la banda y me dice “calmao’ nomás”. Me paga el doce y el trece también.
-¡Tiene hartos pillos usted eso si ahh!-. El hombre era burlesco y quería parecer educado, rara vez alguien le tiraba una talla, nunca era vacilado por el resto, pocos se atrevían y si lo hacían al otro día no salían a la calle. Se le cae el catorce y se pelea. La bola lógico. El Hombre gana la mesa, pero igual paga, siempre tiene dinero producto del tráfico, es raro que sea adicto a las “penelopes” teniendo cocaína. Quizás sea eso, su seducción extrema. Muertes rápidas y lentitud adicta, le gustan demasiado las chiquititas, las ipnopen, lo ponen aturdido y agresivo después de la paja eterna que dan, siempre tiene sed y ganas de disparar, lo veo que muele cuatro pastillas juntas y se las esnifa, luego compra unas cervezas y yo prefiero seguir bebiendo en otro lado. Pasó toda la tarde y la noche de Eureka Dark Plaza comienza a apestar, esa noche El Hombre, le diré así aunque sea un animalito, no le bastó con partirle la cara a combos al care caca, sino que le disparó entre las cejas, en los ojos y gritando:-¡Viste que igual te tiraste!-


El Hombre y el “Care Caca” se entendían en ese idioma, no da lo mismo quien termine muerto, esta claro, por muy vacío que estén. Según cuenta la tragedia, las chiquititas y el alcohol son pelea segura, yo estaba acostado con Denis Gaita y Los Rolling Stones sonando, los balazos se escuchaban como música de fondo, es cotidiano en Eureka oír aviones, balizas y balazos, Denis Gaita dejaba escapar una leve nube de excitación, pensamos en El Hombre, era el único capaz de disparar dos veces, el care caca muerto al suelo, cagó. Las periodistas callejeras, o las viejas sapas comentan que el finado estuvo toda al noche en el suelo esperando al juez, en eso le sacaron la ropa para saber si tenía otras lesiones, habían cientas de marcas antiguas, cicatrices de peleas pasadas, miles de puñaladas y cortes varios como ríos de mapas y acantilados. Cada uno muere en su ley, en esta selva delictiva siempre es así, Denis Gaita ironiza:
-Elver, cuídate mucho, ¿no te vaya a caer encima un punto o una eme?
-¿Por qué eme?- pregunté.
-Por maricón, porque más.
Me viene la risa cuando veo su cara pidiendo compasión, una gran bocanada sale de su boca como el vaho de un trencito de carne blanca, El Hombre escoge muy mal a sus víctimas, al care caca se le cayeron todos los sesos cuando levantaron el cuerpo, El Hombre dio tres tiros al aire y los ratis lo buscan para matarlo, así se comenta, pero yo creo que lo buscan con el sistema de gallina ciega, El Hombre anda fugitivo y con todas las ganas de no llevársela PELÁ, que es lo mismo que irse con las manos vacías, si cae un rati o él para mi es igual, veo el mal en toneladas, a pie y en auto.
Un día normal advertí al Hombre haciendo deporte, por rutina lento, era su oficio, jala chicotas y aumenta de lentitud y agresividad, va atemorizando a sus rivales, gente buena que solo quiso practicar con una pichanguita y El Hombre echando todo a perder con su cara parca, desquiciada y criminal. Corre con su mano suelta al lado como si estuviera mal clavada, la pelota salía de la cancha y nadie se atrevía a cobrar en su contra, seguía la jugada, no sé si él lograba distinguir que los demás lo respetaban sobremanera, nadie cobraba y la pichanga se ponía desigual, ningún otro HOMBRE se atrevía, nadie era capaz de decirle con un grito:-¡PÁRA PÁRA PÁRA!-, como siempre lo hacíamos, porque El hombre era el demonio enojado, el culo cagando y una chirimoya podrida por las aguas del Sanjón, El Hombre se define justo y si no puede, es arbitrario como determinaba William Seward, ¿tu o yo?, -¡YO!-. Balazo contigo.
Un tipo le negó un cigarrillo y al suelo, otro por error muerto también, y dos más por ahí que seguramente fueron a tierra sin peros, ahí me levanto indignado y le pregunto a Dios:
-¿Por qué no haces feliz a este infeliz calando sandías?-
Saturnino comentaba acerca de películas que podrían haber influenciado al Hombre, pero no, Oliver Stone ni Scorsesse eran los culpables, El Hombre no tenía idea de cine.
-¡Miren a block 8 Video!, asesinó al cine y nadie lo busca. Ese local arrendaba cintas piratas mal grabadas.
El Hombre vuelve a matar después de quince años en la cárcel, no sé mucho de asesinatos, pero eso no quiere decir que yo no sea un asesino, porque debo serlo, como mujer y animal. El peligro es un nudo en la garganta y la muerte cuando el nudo se afloja.
Emiliano Wail encendió su celular y me pregunta si quiero hablar con el Che Barraza, yo sabía que el Che estudiaba en Iquique y eran pasado de las doce de la noche, antes fui a encaminar a Denis Gaita para evitarle los mordiscos de algún lobo basenómano, hablé con la operadora y me dio el código de la ciudad y Red Abierta, el Che Barraza me contesta:
-¿Cómo estas pos guatón culiado?
-Bien pos huevón, habla Elver, estoy con el guatón en la Plaza del Barba y los pacos están a veinte metros mirándonos con una máquina que puede descifrar hasta nuestras huellas digitales.
-No gueí.
-Sí la dura, ¡mierda!, vienen para acá.
Presiono send y se corta la comunicación.
-Señores buenas noches, ¿qué están haciendo?
-Nada, nosotros nunca hacemos nada, conversamos, somos profesionales.
-Ya giles culiados, muy chistoso, al suelo, ¡AL TIRO!
-No pasa ná, yo no me tiro al suelo ni cagando -digo.
-Al suelo conchetumaré- grita el paco que más bien parece una sabandija maleante.
-¿Pero por favor, que pasa?- asiste Wail.
-Al suelo-, ordena otro y saca su arma.
-Muy valiente- ironiza Wail.
Nos tiramos de guata al suelo lentamente y el olor a caca de perro inunda nuestra nariz, el paco me pisa la mano y le grito: -¡Gil conchetumadre, me estás pisando los dedos!
-¿Cómo me dijiste?, repítelo.
-Me estás pisando, soy trabajador.
Me quita la bota de los dedos y el otro polizonte pregunta con cara de adicto si tenemos algo. Se refiere a marihuana, cocaína, pastillas, jarabes, alcohol.
-Si quieren algo busquen a los traficantes- grita Wail.
-Cállate, ¿acaso sabes mucho?
-Me basta con saber que ustedes son los delincuentes, debemos cuidarnos, andan muchos pacos sueltos. Siempre la misma tanga, quieren drogas y nos pegan a nosotros.
Los policías se van en su camioneta verde y de los árboles bajan unos basenómanos que estaban escondidos, encienden sus pipas y el olor a neumático quemado es intenso, recogemos unos pitos que antes habíamos guardado entre unas hojas secas, preparo el pito y alguien dice con voz nerviosa…-“Pacos culiados”-…sí sí sí decimos los demás. Aquellos fantasmas que vuelan a mi lado no consiguen inquietarme, un gallo canta en plena noche y una señora escupe al suelo antes de tomar la micro, una bolsa de basura negra se arrastra.
-Uno disfruta la vida como puede, porque como quiere es imposible- ,dice Wail que de disfrutar sabe mucho. Si Dios fuese un verdadero filósofo tendría las horas distribuidas de tal forma que el día y la noche se toparan cada dos días, es decir, dos días dos noches, pero como es morboso nos ejecuta entre sol y sol y nos conduce a ciegas entre luna y luna. Esta idea es muy difícil de argumentar y es mera literatura o intenta serlo, hay días en que todo son letras para mí, de cordillera a mar, pero en auto y escuchando Jirafa Ardiendo y el hígado sangrando, es una broma de Mister Califont, que ya está sufriendo por las noches intermitentes, siempre piensa que te encontrarás con ella una vez más. En el sitio menos oportuno. Pero los dos a solas.
Antonia jazz sabía del viaje de Denis Gaita. Sabía de las intenciones, la descubrí una tarde que hablaba por teléfono en voz baja.
-Está despertando la cabra-. Como si despertar significara acostarse con hombres en la playa, quizás lo sea, es complejo quitarse la arena del trasero, que nombre tan bien puesto. Arena. Saturnino hablaba de cómo convencer con las palabras, su ubicación en la tierra ha variado, es más que una religión y menos que un crimen, el manjar de los fármacos le mantuvo la esperanza. Brutalmente espiritual. Saturnino se define veterano en dolores, nadie lo haría sentir realmente bien, las personas depresivas siempre obtienen beneficios económicos y artísticos de su mal, eso piensa él, no se pronuncia con respecto a las chicas, le gustan mucho o las odia, nunca una mina es precisa y creo que Saturnino será el vocalista del encuentro con los insípidos, disfrazados de grandes picos rojos, siendo presidentes de una nación de muslos. Saturnino grita: -¡Lo normal NO!-
En Eureka Plaza hay una escuela de sordos mudos y al lado una pajarería, cuando era chico la visitaba, cuando niño me gustaba trabajar, recorría cuarenta kilómetros para limpiar vidrios en una Shell de San Bernardo y me cuarteaba a las rubias que abrían sus las piernas de puro malditas y yo con mi trapo mugriento casi moría de un ataque al corazón. A veces se hacían las desentendidas y giraban a buscar un bolso del asiento trasero y sus falditas se subían hasta el limbo de mi pichulita erecta, partía con la propina al baño y me la corría hasta ver en mi -cabeza porno- que ese semen estaba en sus labios o repartidos en su cintura inalcanzable.
Las máquinas eran tan antiguas que se podían arreglar, nunca paraban de generar energía hacia la pistola y en cualquier momento se podía partir la venta de tres mil o cuatro mil, el incauto cliente pedía el estanque lleno y si paviaba un poco, le mandaban el pico en el ojo. También decían ocho mil trescientos y eran tres mil ochocientos, patrañas y maquinazos varios para un oficio de carretera perdida. Facundo obtenía dinero de lugares insospechados, una tarde íbamos de vuelta a casa y entramos a jugar pool, Facundo decía:
-Tengo mil por el siete en la esquina-, y así ocurría. Yo seguía pasando el pañito apestoso sobre los vidrios y siempre caían cien, seguía cuarteando exquisitas cuicas perfumadas con calzones de monitos y semi húmedas, las perras abrían las piernas porque veían en mí, a un pendejo feo incapaz de violarlas y además que importancia tenía pararle el pájaro a un pájaro. Ningún mal aroma, al contrario, huelen a belleza facha. A doloroso capitalismo importado, siempre tan alegres y radiantes con sus cuerpos de porcelana.
Si la pega estaba floja caminaba a sacar duraznos a un fundo cercano del Barrancón, de vuelta me quedaba visitando el cementerio de autos, los perros ladraban hasta que alguien les daba en la cabeza con alguna tuerca guacha. Una tarde llegaron dos mujeres en un camión y pidieron permiso para tomar una ducha, los bomberos limpiaron el barro y colocaron cartones en el suelo, para evitarles los hongos y también que no se vieran las baldosas rotas y la mierda acumulada por años. Se quitaron la ropa y un lavador se ofreció para quitarle la mugre, después de manguerear unos minutos la colgaron en las ligustrinas del fondo de la bomba, todos querían orinar a esa hora y las minas en pelotas en el baño, hasta unos polvorines se dieron con las desnutridas hippies hambrientas, mojaban la ropa cada dos minutos y los bomberos entraban al baño a mirar a los otros y a pegarse una escurrida, por supuesto, el jefe primero. Peludas, flacas y blancas, verdaderas reinas del camino seduciendo a los camioneros, supuse que conocían todas las literas del mundo.
La modernidad ha traído limpiadores de goma y esponja, pero antes era paño húmedo, y un paño seco. Yo tenía uno. El sucio. Cuando quedaba muy la cagá Facundo le tiraba un balde con agua encima y los vidrios salvaban un poco, un viejo adinerado se bajó de su auto y me increpó con garabatos y gritos, sin saber que el antiguo boxeador que Facundo tenía dentro, revivía. Facundo escuchaba acumulando poder, se acercó al viejo y con calma le preguntó:
-¿Cómo le dijo al niño?
-Cabro culiado.
Un golpe en la nariz y uno a la zona baja, el imbécil vestido de Polo al suelo con un talonario de cheques, que para colmo cayó sobre una poza de aceite quemado. Con la plata de las propinas pasábamos a jugar un buen caballo. China linda. Pato Donald. Nobleza obliga. Hijo del viento. Griego. De Niro. Armako. Super gala. Sordilla. Curadito. Corazón verde. A veces gana. Una tarde ganó un caballo austriaco y cobramos en schillinges. Todavía me acuerdo del abuelo que le agarraba las piernas a la lolita en el Teletrak, una niña que podía tener diez o doce, parecida a la Glen, la Glen es la enana que se deja poner vasos con copete en la cabeza, de buena onda, en las fiestas y todos la huevean con que aproveche la altura, que es una mesita de esquina humana, que tiene las orejas precisas.
Facundo se venía con sus compañeros. El Bastardo. El Gusano. El Palma. El Rata. Todos cien por ciento filosofía alcohólica, ironizaban a Facundo:
-¡Chiss taita, lo mandaron con carnet!
-Este es tumba- decía él.
Ni siquiera sabía cual era el secreto, ¿qué ocultaban?, una noche había un taco enorme, de unos tres kilómetros, Facundo aceleró por la cuneta y un modelo nuevo de Toyota se cruzó, nuestro auto era un Chevrolet del setenta y ocho y el Toyota del noventa. Lo descuadramos, no podían cerrar las puertas, la dueña del machacado vehículo gritaba:
-¡Conchetumadre, con tu auto feo me cagaste mi auto nuevo!-
-Su auto nuevo es de plástico señora.
-¡Policía, este sujeto está borracho!
-¡Cállate estúpida vieja histérica!
Se llevaron detenido a Facundo y antes debíamos pasar por el alcotest, los policías lo reconocieron como el bombero silencioso que firmaba cuando ellos pasaban en las rondas nocturnas antiasaltos, lo dejaron que se tomara dos litros de leche y Facundo le dio unos billetes de coima con tal que lo dejaran ir, pero lo traicionaron, como siempre, y estuvo preso toda esa noche en Buín.
Busco a Denis Gaita igual que un loco, viajo en micros que me llevan a lugares que no conozco, me detengo en los kioscos a ver las portadas de Interview, unos raperos enseñan a bailar a un mocoso que limpia vidrios cuando los semáforos están en rojo. Tengo la
duda terriblemente presionada en mis ojos, sé que Denis Gaita miente, no está en la playa y se esconde en la casa de su prima en Departamental, no tengo datos certeros que confirmen mi paranoia. La quiero conmigo, tanto a sus senos y ropa nueva, tanto hurguetear encuentro otras cosas, las mujeres me miran, tengo suerte con las viejas y con las novias de mis amigos. Saturnino me invitó a un cumpleaños de una amiga, la mina es ligeramente miope, usa unos lentes gruesos que la afean, cuando se los quita parece ver mal y se acerca a mí en busca de conversación.
-¿Tu eres el Yeyo de Motes Blues?
-Yo soy -le digo y pego una brusca mirada a sus labios y sus pechos.
-Te salió bien -elogia ella y se sube los pantalones pata de elefante, lo hace para demostrarme que se siente segura de su culo que también parece de elefante.
-¿Quién es el dueño de casa? -pregunto mientras me sirven un clavo oxidado.
-Mi pololo -responde ella y me atoro con el gas de la bebida y la noticia.
-¡Que pena que estés comprometida!
-Pero eso no es problema. El Mario se cura y se pone a dormir al ratito.
El Mario es el sujeto a gorrear y también el que organizó todo para que nosotros lo arruinemos. La música me parece bien, suena Simply Minds y camino por la casa con personalidad. Saludo a unas tías y trago canapés frescos, recién preparados, aún no estaba lista la bandeja y yo la estaba bajando. En una pantalla gigante pasaban “Motes Blues” sin sonido, cuando el cortometraje terminó un borracho cambió la cinta por una porno. Las chicas opinan sobre los tamaños sexuales de los galanes. La pareja corta de vista del dueño de casa se llama Michelle y al fondo de la cocina la veo intoxicando a su novio con tragos.
-¡Quiere conmigo!- pensé.
Pasó un poco menos de una hora y estábamos revolcándonos en una cama que no sé de donde salió, una cama blanda y perfumada. Michelle juega con mi pene como si fuera un peluche erótico, lo mira buscando sentido a aquel mosaico. -Es un bonito adorno-, dice y juguetea con mis testículos y yo con sus pezones. Alguien abre la puerta de golpe y da las disculpas, después supe que había sido Saturnino buscándome. Michelle gime igual que las películas, “Sí sí…más” y esas cosas que me dan vergüenza ajena. Mientras lo hacíamos se ponía colorada, ardía. La masturbé unos minutos y me aburrí, era muy jugosa, como una chirimoya madura. Alguien tocó la puerta y nos advierte: -Vamos a cantar cumpleaños-
-¡Nosotros cantaremos de aquí¡ -gritó Michelle. Tengo un micrófono a mano.
Seguimos en la cama, ella enciende un cigarrillo que escondía detrás de la lámpara, Michel intentó vestirse. La detuve sonriente, le bajé el pequeño calzón y lo dejé hasta sus rodillas, le besé el cuello y todo comenzó otra vez. Al rato nos vestimos felices, los dos nos creíamos ganadores de algo, pensaba en Denis Gaita y Michelle seguramente en Mario, o en el mosaico. Estuvimos dos horas encerrados, era un tiempo prudente para que un borracho se recuperara. Sentí un nudo en el estómago, sería muy complicado ver a Mario repuesto y parado afuera de la pieza, por suerte no ocurrió así, él seguía durmiendo con la boca abierta y la baba colgando, era un perfecto imbécil y yo un antiestético caradura. Michelle me dio su dirección, ni siquiera el teléfono, no necesitábamos citas frías. Ella arrienda sola, al menos eso dijo. Podía ir y tomarla cualquier día y a cualquier hora.
-¿Si quieres puedo pasar la noche en tu casa?- insinué.
-Si quieres puedes quedarte todo el tiempo y pagas la mitad del arriendo.
-Voy a pensarlo.
-No lo pienses mucho, me llueven las ofertas.
-Entonces nos vamos.
Su casa era un manjar, con chimenea y equipo de música . En las ventanas habían autoadhesivos del SÍ de la votación en donde por fin se fue el viejo, era insoslayable el patético adhesivo, lo saqué de un tirón y ella me dejó.
-Basta de esta mierda- dije y abrí el refrigerador, tomé una Paceña Boliviana, bebí la mitad y salí a la calle a buscar una nacional, no es xenofobia, es sabor. Cuando volví Michelle estaba desnuda. Perfecta, limpia y llena de ganas que me transmitía telepáticamente, nos tiramos en un colchón del suelo. Hacia frío y preferí quedarme con polera. A ella le incomodó y terminó quitándome hasta las calcetas, hicimos muchos números, incluso los romanos, esa perra del sexo había encontrado mi salvajismo libidinoso, siempre supe que alguien desconocida me haría explotar de hedonismo, Michelle aullaba y la luz de la calle ponía un nuevo clímax, tal vez el mejor clímax.





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