NO ME NIEGO A SER UN FANTASMA.

Recuerdo muy bien esas tardes en el ático de Echaurren, la casa era una reliquia que ya se caía de vieja y hedionda, tres pisos de arte, locura y quién sabe si tal vez uno que otro fantasma. Cuando entrábamos el Cabezón debía apartar a unos perros-quiltros de mierda con un escobillón, y gritarles o sino se nos venían encima y eran bien maricones los canes, se tiraban a tus piernas cuando les dabas la espalda, cada habitante de la casona en lo suyo, en el primer piso ensayaba Jirafa Ardiendo justo al lado de una ventana que daba a la calle, las groupies desfilaban afuera, ya casi se meaban con los rockeros de porcelana y sus hits desconocidos, la loca arrendataria pintaba acuarelas mientras su hija canturreaba algo que ella decía ser "canto lírico o clásico", da igual, nosotros evitábamos su voz y nos cagabamos de la risa de su esfuerzo, el Cabezón y su loca forma de reír era una manifestación gutural de rechazo, ella ni se inmutaba, figarofigarooo y esa guevas, la ignorábamos, oíamos a Morphine a todo tarro y bebíamos a destajo, como si el mundo fuese a explotar en diez minutos, onda quién toma más, quince, tal vez veinte cervezas, después quedaban envases esparcidos por todo el piso y pitos de marihuana a medio fumar, sino había billetes en efectivo utilizabámos tarjetas de crédito o simplemente robabámos tarros de algún supermercado, todos los viernes después de la pega. Hace rato que no veo a mi camarada Cabezón, a fin de cuentas nunca estuvimos tan cagados, nos gusta el gueveo nada más, como a todos los chilenos.. mujeres, música y cerveza, eso se repite en todo el mundo, no hemos descubierto la pólvora, parece que esto ya lo conté, da igual, estoy en la biblioteca de Santiago, llegué a las diez y las puertas las abren a las once, fume mirando a unas viejas cuicas y ellas a mí, una vez dentro del mágico universo de las letras me senté y escribí este episodio. Un abrazo fraterno.