EL DECESO DE CRUZILA ME TRAJO LA ARMONÍA

Es sorprendente lo bueno para beber que puede llegar a ser una persona. Una mañana casi sin querer me di cuenta que el *pellet que traía puesto ya varios meses valía callampa, tenía una escueta tasación de hongo de frentón, y sin ningún remordimiento le di el vamos a una cerveza de medio, tenía cita esa tarde con una psiquiatra angelical y salvaje a la vez, traía puestas unas botas vaqueras y las uñas pintadas de un rojo maraco, lo angelical yo creo que lo asimilo a su delantal blanco, y su escote, para que decir, sus atuendos la erotizaban de veras. Después de ver su cara sostuve una conversación con la inexperta chiquilla licenciada en psiquiatría, la delgada y friolenta cuica tenía encendido un calefactor y afuera caían patos asados, habían sobre treinta grados, poco a poco me fue dando las coordenadas que necesitaba, yo exponía algún caso y ella igual que una computadora con ojos de princesa me daba las respuestas de la prueba que yo no había estudiado. Sentí un extraño calor en el cuerpo, vagué por la Plaza Brasil, soy enfático en advertir que vagaba, mi vista buscaba sin cesar un sitio donde beber. Pagué algunas cuentas y el resto del dinero lo utilicé todo para beber entre bares caros y otros piojentos conversando con profesores retirados de filosofía y vagos que ya se caían de ignorantes y cansados con una cruel resaca que apenas los dejaba abrir los ojos y modular alguna historia triste. Me senté solo en una cervecería de San Antonio, un bar para lanzas, maracas duras y viejos carreristas, leían la programación de las carreras de Concepción, marcaban los caballos supuestamente ganadores y bebían, yo creo que nadie había tomado desayuno esa mañana, menos almorzado, aunque en el aire ya había olor a chuletas y condimentos diversos. Bebía pequeños sorbos y me veía en los espejos, nada, ya no moriría, tomé una cerveza feliz, luego otra y otra. Estuve en eso tres semanas, respondía las pruebas solemnes muerto de borracho y me iba bien igual, claro que con una letra de mierda y varios ejemplos delirantes, dignos de un ebrio sometido a interrogatorio, en algunas pruebas entregaba de los primeros, pensaba “con esto basta” y me largaba al supermercado y compraba un rabioso pack de cervezas de cualquier marca, miraba a los jóvenes estudiantes ponerse los zapatos cursis del boliche aceitado del segundo nivel y bebía con grandes sorbetones y los veía jugar booling alocados, ellos igual estaban locos o era yo y mi mirada dislocada, a decir verdad no tengo ni la mas puta idea. Todo esto me causó varios problemas con mi familia y en el trabajo, después comprendí que para beber hay que ser responsable, no puedes empelotarte en lugares públicos ni en el balcón de tu departamento, no puedes leer poesías de Arthur Rimbaud en los asquerosos buses del “Transvesía”, si llegas a tiempo tienes suerte, además nadie entendía, para colmo todos iban cansados, atareados, apretados, rabiosos, durmiendo y el pastel de caca hirviendo de Elver Cruzila leyendo apasionado, con el corazón en la garganta, casi llorando, actuando sublime y moviendo las manos con ademanes de poeta ensoñado y falso. Algunas chicas sonreían y yo les dedicaba los versos entre pestañeos ebrios y les lanzaba besos con la trompa estiraba. Por suerte ya todo eso terminó, caí que todo es nada, onda Sprite, esta trampa me la estaba tendiendo yo mismo, yo siempre he creído que soy un poco inteligente y escuchaba solo al diablo susurrar en mi oído, aquellos duendecillos del mal me llevaban volando y entre mordiscos y mechoneos me dejaban a la deriva en la selva de la droga y los tragos conseguidos en clandestinos de cuarta. Aburrido conseguí un cigarrillo y caminé de vuelta al departamento, la chica con quien vivo ya estaba que me ponía un cohete en la raja, encendía la mecha y nos vemos, ya no tendría retorno, conversamos, yo ebrio y ella llorando, al otro día salimos a dar un paseo por la Quinta Normal y Cruzila ya no estaba, cargaba la bandera de la confianza en mi mismo, ahora mas fríamente creo que fue el catedrático y filosofo con cara de mongo español Fernando Savater el que me hizo despabilar, algo pasó, todo era diferente, en mi había nacido y muerto alguien a la vez, reinaba otra persona, por fin ese conchesumadre de “Elver-tigo” interno había muerto, en Lourdes lo velaron al muy puto, nadie fue a su sepelio ni le mandaron un gargajo encima del ataúd como a Puercochet. Estaba desguarnecido el ambiente, no había siquiera un cura pedófilo en el santuario, y eso que estaba cubierto el turno de ese día. En medio de la gélida iglesia reposaba inerte el cuerpo sin vida de Cruzila. Un epitafio escrito con sangre destilaba sobre la madera... “Elver is dead”... Quien se lo iba a imaginar. Final feliz.