Friday, March 14, 2008
DE VISITA EN EL INFIERNO.
Otra vez volvía del doping, que es lo mismo que volver del laboratorio donde estudian a los monitos narcotizados, “es por tu bien” –me decían todos los que no estaban obligados a involucrarse. Me bajé de la micro en el centro de Santiago, debía caminar un poco, el denso aire traía consigo una picazón gratuita en mi garganta, un médico amigo de la familia me aconsejó caminar para recuperarme más rápido de una rebelde lesión a mi tobillo. Me compré una mineral y mientras la bebía pensaba en un vaso sudoroso de cerveza o vino tinto, caminé dando vueltas como un perro antes de defecar y también di un vistazo a los libros usados esperando por lectores en polvorientas vitrinas callejeras. Esperaba el verde para cruzar la calle y cuando doy el primer paso sobre el Puente Loreto veo que viene frente a mi Pedro Lemebel y su inseparable partner Néstor, vienen apurados y Lemebel fuma como si recién se hubiese puesto un jalei, cuando me ve se detiene y exclama:
-¡Hola niño!, -me abraza. ¿Cuánto tiempo? ¿Cómo estás Cruzila? , ¡¡No te veo hace rato!! ¿Me tenís miedo acaso?
-¿Miedo?...que tal yeguas, ¿dónde van tan apuradas las maracas?
-A un estreno al cine, ¿quieres acompañarnos?–pregunta Pedro.
-Excelente, vamos, ¿claro que si no les molesta?
-Al contrario, me encantas.
Caminan realmente atrasados, Pedro da zancadas exageradas y Néstor apenas le puede seguir el paso con sus cortas piernas, yo cojeo un poco y trato de no quedarme a las espaldas, resulta que paradójicamente, la pata se me queda atrás a mi y casi corriendo bajamos al Metro. Mientras esperamos el tren repleto de sardinas humanas la gente nos mira con asco, algunas abuelas fruncen el ceño como si fuésemos un trío repulsivo, Pedro entiende como normales esos desaires, parece estar habituado a eso y vemos a la distancia el túnel vacío y oscuro.
-¿Dónde es la cosa? –pregunté.
-Bajo el ombligo –dice Néstor.
-¿Qué onda?
-No Elver, es en La Reina, en el cine Hoyts.
-O sea que vamos a tomar un taxi después.
-¿Cómo has estado Elver?
-Bien controlado, vengo de un doping de mierda.
-¿Y como te salió?
-No sé, el pichi salió amarillo igual que siempre, los resultados son después. Estoy trabajando en una novelita y trato de encontrar un buen título para esto que estoy escribiendo de ti, no he podido dar con uno que me provoque agrado, ¿qué te parece?, “En el nombre del pobre y del juicio”.
-Muy político religioso –dice Lemebel.
-Yyyy, “El príncipe del vacío” -agrego entusiasmado.
-Es tuyo. Demasiado cocainómano.
-El título rosa.
-Muy decorado, no, por nada del mundo.
-Mierda, ¿qué gueá quieres escuchar?
-No me interesan los títulos –me contesta.
Viene el Metro, Néstor lo hace parar igual que los escolares y Pedro murmura respirándome en el cuello:
-Cuando se abran las puertas se van a liberar las hordas de personas calientes y fétidas.
-Si –digo. Se liberarán esparramando muerte, sangre y miseria.
Nos subimos a la guerra, comenzada a sonar el pitillo letárgico del vagón que te pide implícitamente que te apures o quedarás tirado igual que una colilla, o que una coliza para el caso. El ambiente me sofoca, me incita al sueño, por culpa del ruido no podemos conversar dentro del carro, Pedro mira el reloj a cada segundo, Néstor le comenta algo en voz baja y me entrometo entre ellos.
-A ver huevonas, secretos de dos no son de Dios.
-No, vos no podís saber –dice Lemebel. Después tú escribes todo. Eres un arma de doble filo –agrega.
-Apuesto que están hablando de alguna tula de la farándula.
-Que comes que adivinas.
Pedro se cuelga de los pasamanos que van del piso al techo y advierte que estaría déle que suene con un falo de ese porte.
-Es fácil soñar –comento. Que te parece el título “Maldito vieja zorra”.
-Muy fóbico. Elver no huevees más con eso.
-El título está escupido, lo demás también.
-El título no está escupido, lo demás tal vez. Escupida, me gusta eso, si yo tuviera que hablar de ti Elver alguna vez, diría eso, diría que eres un escupidor de palabras.
-Me halaga.
El vagón se llenaba de cuicos cada vez más, algo me estaba pasando, no era odio, sino, ¡¡OH Dios ¡¡Que mujer tan bien hecha!!, eso pensaba yo, Pedro y Néstor de seguro no estaban preocupados de las tetas ni del culo de aquella delicada doncella. Una vez en la calle buscamos un taxi, Néstor es la brújula de Lemebel, nunca perdía el sentido de orientación.
-No chiquillos, es por acá –decía.
-¿Estás seguro? –preguntaba Pedro realmente confundido.
-Si, ¡Taxi! –grita Néstor viendo hacia una pequeña flota de taxis.
Un taxista grita “Por aquí chiquillas”.
-¿Qué te pasa conchetumadre? –le digo. No aquí no nos vamos.
-¡¡Estamos atrasados Elver, súbete nomás!!
-Está palanqueando este culiao, ¿Qué se cree el conchesumare?
-Chucha, no seas tan macho, que importancia tiene que te haya confundido, andas con nosotras, ni cagando esperes otra cosa.
-No pretendas pasar piola Cruzila, no seas huevón.
-Ando terrible barbón, mírame Pedro, y el gamulán de mierda me dice chiquilla. Súbanse ustedes.
-Esperemos el otro –dice Lemebel. Al Elver le tocaron su punto débil. Su hombría.
-Cachaste que el huevón nos molesto a todos.
-Ahí viene otro. ¿Supongo que puede esperar la Patty López?
Nos subimos. –Al Hoyts de La Reina por favor- ordena Néstor.
-Como no –dice el hombre. Suena Groove Armada en la radio Concierto.
-Estamos terriblemente atrasados, ya deben haber entrado todos –se quejaba Lemebel.
El taxista capta el mensaje subliminal que nos aflige, que les atormenta a las chicas, el hombre intenta pasar entre las micros, huyendo, atrasado, esquizofrénico, en vez de bocina, pone una baliza policial sobre el techo y algunos cuicos giles abren paso, después caen que se trata solamente de un taxi con dos maricones con atraso, y un individuo que los vigila.
-Estos cuicos de mierda tienen como cinco autos por casa
–digo con resentimiento, que debe ser un paralelo de antipatía.
-Si huevón, uno para la ciudad, uno para la montaña, el del hijo adolescente, uno para salir a comer, uno de sociedad, uno para que se yo –Néstor lo comenta mientras fuma por la ventana.
-Con todo el dinero que tienen deberían tener una carretera subterránea, claro que si me pidieran la opinión yo pondría una carretera elevada, cosa de cagarle la vista a los huevones de los edificios –reflexiona Pedro y el chofer lo mira por el retrovisor aprobando la iniciativa.
-¿Québec?. ¿Dónde es?- pregunto viendo la patente de un mini.
-Canadá –me responde Néstor. Es cosa de mirar un mapa nomás –agrega.
-¿Y Tánger? –vuelvo a preguntar.
-No sé, ahí si que me pillaste.
-De Marruecos –le digo. Es cosa de mirar un mapa nomás. Una cuidad de Marruecos, ustedes deberían saberlo mejor que yo.
-¡Porque! ¿Acaso tú no tienes marrueco Elver? –ironiza Pedro dándole un vistazo a su bitácora de sarcasmos.
El chofer avanza con velocidad en medio del taco, mira a la Reina Madre con fascinación, aprobándole todas las citas, también pienso que tal vez Pedro le va agarrando el poto, Lemebel me toma el hombro y le hago un cariño en su mano con las venas paradas, excitadas de ser las manos de un escritor con sus pergaminos, manos venosas e infinitamente delicadas y suaves.
-¿Podríamos comprar unas chelitas antes –les propongo.
-No niño, después de la película hay un cóctel y ahí nos tomaremos unos vinitos, o champagnes, alguna cosa tendrán.
-Disculpa, no sabía que era tan top.
-No me guevees con eso Elver, tu sabes que yo soy otra clase de persona, una amiga me pidió un favor, igual la película parece que tiene un contexto político.
-No quiero ser cargante. ¿Pero que tendría de malo tomarse unas chelitas viendo la película?
-¡Imposible! –grita Lemebel. Pintarías el mono, igual hay una
seguridad rigurosa, va a estar la esposa del presidente.
-Bueno entonces apurémonos, capaz que por nuestra culpa se atrase todo.
-Muy gracioso.
Cuando llegamos al cine debimos atravesar la reja del bandejón que divide las pistas de la Avenida Ossa, sino podíamos hacerlo, íbamos a tener que caminar hasta la esquina y no podíamos perder más tiempo, Pedro se montó en la reja, a horcajadas.
-¡¡Cuidado Pedro, te vas a romper el himen!! –le grito.
-Estás bien chistosito huevón –me mira con un dejo de hastío.
Entramos en el cine y nos dicen que la ávant premiere es en el segundo nivel, nos subimos a un ascensor y Néstor camina hasta una escalera mecánica, con Pedro en vez de subir, bajamos hasta el estacionamiento, el ascensor tenía solo el servicio de bajar.
-La modernidad cachai –dice Lemebel putendo las perillas y apurando a la puerta con golpecitos casi afectivos.
-Por la escalera –le sugiero.
Néstor estaba parado esperando en la puerta con su bolso en el brazo y su cara de puta enojada por la mala clientela de la noche.
-¿Cómo tan huevones chiquillos, les dije que me siguieran, son bien huasos ustedes.
Pedro entra sin entrada y saluda a la niña que corta los boletos, ella lo trata con calma como si se tratase del Papa o Fidel Castro, quien sabe si pensó que se trataba de una vieja cuica y quisquillosa. Hay mucha seguridad, los guardias privados se comunican por radios portátiles, empiezo a entender porque no podíamos beber ahí. No tenemos asientos, Alejandro Trejo se levanta y le cede su asiento a Lemebel, Néstor y yo subimos la escalera y nos sentamos en ella, unos guardias corren hasta nosotros
intimidándonos, nos hacen levantarnos. Le pregunto a una
cuica si está ocupado el asiento de su lado, me contesta que si, que está su padre que anda comprando cabritas.
-¡Cabritas! –pienso. Si ya la tiene a usted mijita rica.
Unas niñas que estaban solas al fondo de la sala me llaman y me siento con ellas, Néstor vuelve con Pedro y los dos me miran buscándome hacia el mar de asientos, estaba perdido entre aromas caros y risitas fachas, un ruido de hienas un segundo antes de la traición, del mordisco, me estaba dando alergia con tantos cuiquitos alegres, actrices respingadas y actores que posan de sencillos y que de igual forma realzan su arrogancia más suprema, los actores con los actores, los escritores con los escritores, le levanto la mano a Pedro en medio de esa dictadura, mi puño apretado brotaba como la mano de un ahogado en medio del océano. Pedro con los dedos me dice que todo está Ok, las chicas que me ofrecieron el asiento ahora dudan si hicieron lo correcto. El director de la película dice unas miserables palabras y comienza la función. Buena música, es excelente la fusión mapuche electrónica, imágenes del puerto, Trejo en primer plano, unas gaviotas cagan volando, todo iba bien, aunque la imagen no era la mejor, con el paso de la cinta voy encontrando errores de continuidad pero es tan buena la historia que me olvido y me río a destajo, me agarro la guata de la risa y eso es lo importante, la risa en medio del infierno, medio mal, medio bien, sigo mal-dito. Cuando termina la película algunos aplaudimos, el director agradece los aplausos y nunca agradece a su madre, eso lo encontré muy feo, o sea que me importaba su madre, pero como no importarle a él. Salgo a la alfombra del farandulero ágape, todos los actores del canal siete, busco a Lemebel y lo encuentro apoyado en un pilar con una copa en la mano.
-Era lógico que te encontraría en el obelisco –le digo.
-Demás, era cosa de pensar un poquito y sacar conclusiones.
-¿Te gustó la película? –le pregunto.
-Ahí nomás. Muchos gramos en la imagen y malo el sonido.
-No seas tan crítico, mal que mal es chilena.
-Por eso, debería estar mas definida, lo que pasa es que la plata se la guardan y hacen películas ahí nomás, no invierten más allá, son exitistas, por eso les va mal, buscan llegar a la masa, no hacen un trabajo de culto, hacen un persa.
-Encontré que consigue muy bien encontrarse con la risa, mostrarnos cuando estamos curados, calientes, cuando estamos tristes, mostrarnos una vida muy parecida a la nuestra, consigue de buena forma lo humano, rescata de las sobras a los ceros humanos que abundan en desfiles químicos.
Cruzila: Todo es arte, todo es novela. Fotografía. Cine. Pintura.
Trejo: -¿Cómo es eso?
Lemebel: Este huevón vive preocupado de guevas, es artista.
Cruzila: Es peor que The Truman Show, todo el tiempo estamos delante de las cámaras de alguien.
Alejandro Trejo es un gran observador de conversaciones, debe ser por lo mismo su gran manera de actuar, mira fijamente mis ojos, mira a Lemebel, mira a los garzones, mira hacia los grupos de gentes.
-¿Qué es la culpa? –pregunto mirando al pequeño círculo.
Se nos acerca el Director de fotografía de la película, nos saluda con su acento peruano un tanto codificado para la ocasión.
-Es la…(el peruano queda buscando la palabra en Macchu Picchu y sus llanuras asoleadas)…es la depresión…(con esta búsqueda en la polvorienta biblioteca de su mente pasaron los suspiros de tedio de Lemebel, el bostezo desmedido de Trejo y el gran trago mío), es la depresión del arrepentimiento.
-Es la expresión del arrepentimiento, ¿no crees tu?, la expresión queda mejor –dice Lemebel bebiendo vino tinto y aprovechando de retocarse los labios con el tono rojizo del brebaje.
-¿Los peruanos siempre hablan tan llenos de metáforas? –le pregunto al bronceado director. Trejo bosteza y bosteza largo, usa una bufanda neohippie y los demás actores jóvenes lo miran como a un gurú de las tablas, respetuosamente, Trejo es el único de cine y teatro, es un maestro de brazos cruzados y solo dice “la culpa, la culpa”…vuelve a bostezar, ahora muy pausado y cubriéndose la boca con la mano. La noche terminaba y la viejecita cuica encargada del refrigerio se veía un poco preocupada por las copas, un stand de champagne Valdivieso vivía a nuestro lado, sin duda, el mejor sitio del salón. En la mesa también teníamos higos secos y ceniceros y vasos con agua mineral. Las niñitas cuicas que servían el vino eran bien cagadas para servir, o sea, no sabían servir, piensan que es de rotos ponerle un poco más al vaso, es un contrasentido, pero son enfermas de huevonas, con Lemebel les paramos la mañita en seco.
-¡¡Ponle más, tienes la botella llena, blanco no!! –digo bruscamente. ¡¡Tinto!! –agrego con tranquilidad cuando veo que toma la botella y comienza a inclinar la muñeca hacia mi vaso, sonríe y trata de disimular su necedad, intenta parecer de mundo, vivita de la jugada, pero es todo lo contrario, Lemebel tenía escondido un vino en su cartera, lo había tomado al vuelo, está por morir la noche y mandamos toda la carne a la parrilla y llenamos los vasos hasta el borde, las pendejas rubias y blancas encargadas de servir llenaban todo el universo, lo rebalsaban. Pensaba en distintos circuitos y catalepsias moribundas, estábamos bebiendo y no pararíamos hasta que fuera muy tarde. La amiga de Lemebel es Oriana, es la mujer que lo desenreda, la chica es muy crespa y de pelo azabache con un exquisito olor a paz, mueve los hilos que Lemebel detesta, los financieros. Ella paga el taxi y la encaminamos un poco por el centro, Pedro me toma del brazo como si fuese mi chica y tuviera frío, lo dejo pasarse rollos, al fin podía caminar del brazo de Lemebel por la iglesia muda de la vereda, unos de muletas nos molestan, van borrachos, iba a devolverme, pero que ganaría con golpear a un discapacitado, además era cierto, iba con la Madre Reina del brazo. Entramos al cité, la casa de Pedro es igual a todas, enciende las luces y se va hasta la contestadora de mensajes, empiezan a hablar mujeres, una llamada tras otra.
-Hola Pedro, soy la niña que zurce, nos vimos el otro día en
el bar, quería saber cuando nos podíamos ver, mi teléfono es…
-Cabra de mierda. Chao.
-Que larga la señal Pedro –le digo. Una voz de vieja cuica sale desde del artefacto cacareando saludos. Es una de las encargadas de la presentación que dará Lemebel en una Equis Compañía de Cilindros Cancerígenos, son las mesas redondas de tertulias que los mejores escritores del continente dan a los ricos con afanes artísticos, la multinacional paga y Lemebel ironiza un rato con ellos.
-Oye ñatito, la otra tarde no pudimos conversar acerca de…(la llamada moría por completo, como si los cuicos no tuvieran cabida en la alcoba de Lemebel, un rechazo cósmico apagaba a la vieja y a su sonsonete nasal)
-¿Qué me habrá querido decir esta vieja culiada?, las platas no las manejo yo, me carga –reclama Pedro con honestidad.
-La chica que hace tus trámites tiene un aspecto medio woodstock, parece inteligente –digo.
-Sí –recalca Pedro. La Oriana es a toda raja. Yo confío en ella, nunca he tenido de que quejarme.
Bebemos el vino que Pedro secuestró, no vamos a pedir rescate, lo vamos a matar y el matará nuestras penas y de paso, dejará maltrechos nuestros hígados. Voy a buscar un destapador y no lo encuentro por ningún lado de la cocina, un sitio antiorden, a mi abuela le habría dado un infarto mirando el lavaplatos, tiene mucha loza sucia y loza para ensuciar revuelta, cinco botellas vacías dentro del refrigerador celeste, antiguo y fantasmal.
-Si sacas una botella de vino y no traes destapador, es una falta de respeto.
-Si tengo varios hombre, espera un segundo.
Lemebel busca en el lugar preciso de los cachureos y consigue el destapador.
-Toma –me dice. Destapa esa mierda.
Todo dentro de nosotros estaba en una entropía descomunal, a punto de no saber si las cosas estaban dichas o iban a ser pronunciadas recién. Nada tiene que empezar sobre tu carita blanca y tus brazos dormidos balanceándose alrededor de tus caderas. La culpa, las drogas, la familia, todo en la juguera y después a bañomaría, existía una constante, nunca mencionamos la espada en mi espalda.
Le beso la mejilla, porque la Reina Madre es delicada para mi, la respeto demasiado, ella me sugiere que le falte el respeto. En vez de dormir en un sillón yo prefería volver a mi departamento. En la puerta del cité Pedro insiste –“Por aquí cogotean bien seguido, quédate en el sofá de la pieza del lado, no tienes de que preocuparte”.
-Estás loco, tengo muchos dramas, si me quedo afuera se agudizan mucho más las cosas. Prefiero llegar, aunque sea tarde y loco, pero despiertan y me ven ahí tirado con olor a mierda en las paredes y las sabanas. Cada vez que mejoran las relaciones con mi familia yo me emborracho y dejo la cagada.
-Uno se acuerda de muy poca gente en la vida, conoces a mucha, pero cuando miras hacia atrás y ves de verdad quien es tu gente, te acuerdas de muy poca.
-Leyendo a Thoreau hice la comparación con tu vida sin lujos, tu vida sencilla.
-Mi vida no es sencilla, es difícil.
-Lo sé, pero hablando con respecto a la tranquilidad que tienes para escribir, tus espacios, tu forma exclusiva de ganar un lugar en la eternidad.
-Sí, pero yo no escribo aquí, tener espacios algunas veces puede ser complicado sino se está afiatado firmemente con la libertad.
-Tengo mucho sueño Elver –se excusa.
-Me vas a echar –le digo balbuceando.
-¿Tú te quieres ir?
Pedro abre la puerta y se vuelve caminando hasta su cama, mira el suelo, no ve nada, tal vez ovejas blancas y azules babeando sedadas, se acuesta lentamente, sonámbulo y duerme al instante, escucha mis elogios ebrios y seudo arrastrados, se duerme bajo el silencio de mi respiración pausada, eso es respirar. Se acuesta con lentes y creo que pretende ver los sueños, de seguro lo consigue, también es cierto que puede alcanzar una fisura en la ñata si se los aprieta contra la almohada, es cosa de él, ¿quién es quien realmente?, ¿debo despertarlo con un beso?, es la bella durmiente y yo el príncipe, pienso que puedo besarlo, no es necesario, reacciono a tiempo, un suave ronquido sale de su cerebro lacerando colores y sonrisas, en este día se cumple un año de la muerte de la madre de Pedro y la pena nuevamente lo derrotó, Pedro no va a llorar, su madre vive en su memoria, le lleva unas flores y el corazón entero. Salgo a la jungla, veo rarezas de la fauna nocturna santiaguina, animadores de televisión y actrices de dudosa categoría, pintores pencas y minas de esas y de la otras, los obreros piden permiso al poto para mover una pierna y al rato el pie, los trabajos de la carretera subterránea avanzan lentamente, así es mejor para ellos porque la pega se alarga y además, ¿cual es el apuro?, hacer una carretera subterránea por lo demás no es algo fácil, debe ser terrible estar ahí, ¿quién sabe si aún penan las osamentas de los indígenas ultrajados?, o tal vez con los años ya se hayan acostumbrado a sufrir la constante extorsión, igual que Latinoamérica entera. Los viejos obreros se aterran conmigo porque tomo apuntes en mi libreta sobre el puente, escribía cada cinco pasos sobre el puente, miraba y anotaba, un viejo constructor le dice a otro más joven, -Mira ese culeado allá arriba, está anotando, menea la zanja saco de cachas, mueve la raja Lucho, te digo que hay un huevón tomando apuntes, no mires tanto, no seas tan obvio, mueve la ere mejor, ese huevón sigue sapeando del puente.
Había terminado otro día sin pensar, pensaba que volveríamos a querernos, a escucharnos, todo comenzará de ras otra vez. Esperé toda la noche al sol y me quedo con desgano pensando si algo de esto tiene juicio. El sol me da fuerza para terminar con este frío. No pienso en nada, vengo cerca de mi, no pienso en nada. Al fin, ardiendo, me encuentro conmigo mismo.
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7 comments:
"No pienso en nada, vengo cerca de mi, no pienso en nada. Al fin, ardiendo, me encuentro conmigo mismo". Creo deducir, que después de ese maratónico periplo, con trasnoche incluido, cada uno sacó una conclusión mas menos similar. Quiero dar una opinión seria, y me inquieta el ver el fin de la historia. Es como que estás haciendo muchas cosas buscando, y cuando más te encuentras es al alba, y solo.
¿es necesario contrastar tanto en la vida, para saberse? Después de cada escape sin rumbo, vuelves al sitio del cual no quieres escapar.
¿es necesario ese ejercicio?
Un abrazo y te llamaré pronto por lo del curri
Enrique
AH..ORGASMO MENTAL..
DEBO CONFESAR QUE CUANDO ESCRIBES DE LEMEBEL..ME FACINA..
CUANDO UN ESCRITOR ES CAPAZ DE TRASMITIR SENTIMIENTOS , OLORES, SITUACIONES..EN RESUMEN AMBIENTACION.. ES UN DON ESCRITOR.. ASI QUE NADA DE DON WEBON..
NO SE PORQUE RECORDE MIS PRIMERAS VISTAS A ESTE BLOG..
QUEDE CON LA DUDA SI ESTAS CRONICAS SON ACTUALES O SON ANTIGUAS...
OJALA NOS CONOZCAMOS UN DIA..
SR. CRUZILA:
TENGO UN PREMIO PARA USTED EN MI MODESTO BLOG, QUE ESPERO SE TOMA A BIEN RECIBIR, ES EL PREMIO POR SU CREATIVIDAD, SU MARAVILLOSA CRATIVIDAD.
CON CARIÑO.
MAR
Gustavo, tan sólo un abrazo.
Enrique: Ya sabes lo que pasa por mi cabeza. Estoy devastado, pero como bien dices, el tiempo cura todas las heridas. Un abrazo.
Edith: Son cuentos viejos con retoques, excelente detalle, pensé que nadie lo notaría. Saludos.
Mar: Un premio, gracias, pero no he creado nada, no es creativo, esto ocurrío, parecido o no y cada uno le pone su sello nomás. Abrazos.
Solosequevivoporquerespiro: Un abrazo para tí también, ya tendremos tiempo para conversar, todavía está muy tibio el muerto...y sangra.
YO TE ENCUENTRO MUY CREATIVO Y YA ESTA!!!
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