EXCESO Y MENOSCADO.

El carro se le escapa de las manos sin una dirección aparente a una vieja rubia con cara de desgraciada, una mosca se pasea sobre la cabeza de un congrio dorado muerto, lo recorre succionándolo. Por los pasiillos del super nada parece relevante. ¿Por qué me importa esa mosca? ¿Porque me intereso en esa vieja rubia? ¿Qué tienen en común aparte de sucumbir ante mis ojos?, lo claro es que ciertas pastillitas me gustan mucho y son muy buenas para controlar mi depresión y también para aumentar mi apetito al día siguiente. Esa tarde dormí, y dormí bien, hasta el otro dìa (más de dieciocho horas continuas), incluso soñé bastante, conversaba con Jack Kerouac en el “Baires” de la Avenida Brasil, nos reìamos, bebíamos roncolas con una rebanada de limón dentro y además hielos. Me da una tremenda nostalgia no poder volver a soñar así, lo veía todo tan claro, yo a pesar de estar casi cegado de borracho quería ser agradable con él, le sonreía a todas sus citas ebrias y era claro que ambos estábamos aletargados de tanto beber. A las chicas feas las veíamos igual de guapas que las demás y de tanto fumar y echar la talla veíamos lo que no era, una negrita colombiana traía entubados los jeans en su cosita, yo le miraba ahí, adelante, en el redbank de su vagina, y levantaba la vista solo para rescatar un trozo de ese manjar de tetas, eran tan apretados sus jeans, que creí, tontamente, que le incomodaban y que los traía así por nosotros, para nosotros. En el bar existía un extraño sistema para orear el ambiente, sobre una barra en desuso tenían jaulas acondicionadas para el cautiverio de negras y gordas palomas que nos miraban con tristeza desde un costado, tenían un cable eléctrico en las patas y con cien pesos se podía pagar el golpe eléctrico y así verlas aletear y darnos el aire torpe y asustadizo de sus alas temerosas, una cruel locura.
Sigo soñando y como es normal en los sueños, y también en la vida real -¿cuál es cual?- converso solo, vago largas horas por la plaza Brasil, me hablo sobre distintos temas y como yo no soy displicente conmigo, me contesto, y rara vez me encuentro la razón.