Monday, April 19, 2010

MELÓMANOS


No es fácil y no tendría porque serlo. Pero aquí vamos. Esto es así, un dos tres… y…la música nos envuelve como caramelos de piel y nos mantiene vivos mientras suena, nos da energías y felicidad para continuar con el paso de baile jamás aprendido, jamás hemos tenido un momento de silencio, interior ni exterior y claro, jamás lo hemos necesitado. La vida melómana tiene muchos acordes pasados y conciertos que se crean a cada instante, a diario la música de un saxo loco nos golpea las paredes internas del cráneo, ritmos de tambores ancestrales mueven nuestras piernas cada mañana y compases tecnológicos de vanguardia nos enseñan que el mundo es predatorio, tripolar y multiforme. Miles de discos nos han motivado a esta singular historia arítmica. Decir por ejemplo que, nacimos entre cumbias sabrosas de Enrique Tulio León y cassettes pirateados de Demis Russo y Ray Conniff, cassettes TDK escritos con lápiz azul pasta tirados en sucios paños en el Persa de San Francisco, en Pudahuel, y vimos como nuestras madres con chapes de palo cocinaban oyendo al sensual Sandro, al feo Dyango y al sin gracia de Perales y, a los minutos rockeaban moviendo la cabeza con los melenudos Creedence y los peinaditos Beatles, entraban en crisis de angustia y se les subían los colores a la cara y se les bajaban los calzones hasta los tobillos con el rey, Elvis Pelvis y toda su fantasía erótica-musical. Melomaníacas que, se medicaban una dosis de bolero para mantener vivos los bombeos del cucharón y en Septiembre cumplían con tres gotitas de cueca anestésica y zapateaban con ebrios comensales que no eran más que desperdicios meados de la patria. Así es esta historia, con citas guitarreadas de Víctor Jara al borde de las lágrimas y rarezas de Chico Trujillo, con rebeldía electro-cursi de Jorge “Taurus” González y su secuaz, el alicaído Tapia, con escenas de The Committment en la tele IRT que tenía mala la perilla y la cambiábamos con un alicate después de sintonizarla con la tapa de la olla encima y Wilson Picket esperaba su turno, se frotaba las manos y el escenario de nuestros oídos vino a derrumbar. Pasamos por el cadáver colgado de Ian Curtis y Gervasio, oyendo los gritos de Shinead O’Connor y Denisse de Aguaturbia. Es preciso contar esta historia y soltar las rimas y no tardar demasiado, raíces negras, rap y tiroteos afinados, vieja escuela del suburbio, Swing y be-bop ácido, psicodelia irresponsable, rock envasado con disfraz de conejo y piel de lobo. Al toque de Gong todos deben estar conectados, bailando la cumbia pensante que les cantaremos con faltas de ortografía en inglés. Cada acorde serpentea nuestras sienes y en la cornisa del cerebro se nos agolpan los murciélagos de chocolate de Ozzy Osborne, nuestros corazones dilatados que con rebotes ultra-cardíacos nos atormentan recordando las dos baterías de Ministry, Skinny Puppy, Die Krupps y al instante con la cálidez mágica de la tarde estamos oyendo Sigur Ros y viendo los nimbos rojizos del cerro Bustamente al borde del Noviciado, así suceden nuestras tardes, las tardes de Portishead, Dead Can Dance, The Rolling Stones, The Smiths, Waters, Barrett. Buckley, Hendrix, Morrison, Brown, Iggy Pop, todos compuestos y hermoseados por el sonido de grandes parlantes mariguaneados, alcoholizados, felices y llorones. Ruidos del alma más elegante que espera encontrarse con los homenajes y los vítores de los aficionados que cierran los ojos y ven el mismo escalofriante rojizo panorama sobre el cerro virgen, aún, siendo las tantas de la madrugada. Una vez sobre la carretera la música es el acompañante que trae las golosinas sonoras, un pasajero que no pretende bajarse y que no se detendrá, y nosotros, solo por precaución lo ataremos al asiento, junto a Robert Smiths, Thom Yorke, Primal Scream, The Ganjas y los demás animales afinados de memoria. Melómanos en viaje de cuatro cuartos, de drums and bass, de tocatas infatigables, bailando toda la tarde para continuar en la noche y con más ganas. El asunto que nos lleva a ramificar esta pasión y este fanatismo es el amor desmedido por la música. Como lavas de miel aireadas que no podrán calmar nuestras ansias, una banda trae la otra, y la historia recién comienza.

1 comment:

MAR said...
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