Saturday, July 17, 2010

XIII


MIENTRAS DORMÍAN ABRAZADOS el frío no existía. La lluvia era de no creer. La televisión mostraba ríos desbordados por todo el país y aluviones de piedra, tierra y barro. Además, las noticias reflejaban a miles de Santiaguinos corriendo a sus trabajos con los paraguas rotos bajo la lluvia y la ferocidad del viento que parecía tomar forma.

Una vez que el gallo de la vecina cantaba el Chato debía salir a trabajar. Con los huesos doloridos pero sin chistar, se vestía, se ponía calzoncillos largos y un gorro pasamontañas. Parecía el nuevo Subcomandante Marcos de Recoleta. La Perri lo miraba tapada hasta la nariz, se podían ver solo sus ojos como una madre-cocodrilo que observa desde el pantano de frazadas a su víctima antes de cazar. Habían pasado en la calle la peor de las tormentas imaginables, así que esta situación no era para nada extrema. Aguantarían hasta el frío más violento, y eso harían, aguantar. Se besaron los labios con una suave pasión mañanera y la Perri se acurrucó tapándose hasta el pelo, el Chato se persignó y salió rumbo a la Vega Central.

Esa mañana el viento y el frío trajeron a la mente del Chato los recuerdos más tristes de su adolescencia. Cuando dormía bajo el puente Padre San Alberto Hurtado, afuera de la Estación Mapocho y vio morir a su compañero de varios años. Hacía tanto frío que los recuerdos se congelaron largos minutos en la cabeza cobijada del Chato, por un momento llegó a pensar que el gorro pasamontañas no le dejaba escapar esos feroces pensamientos tristes. Se lo quitó de un tirón y caminó cinco cuadras mojándose, como si con este metafórico acto fuese a volver a la vida a su amigo muerto. Refrescándolo con las gotas de lluvia, haciéndolo florecer tal vez, intentado ver por última vez, su gélida aura desaparecida.

Cuando llegó a la Vega traía una cara de espanto única. El Patrón extrañado le preguntó si le sucedía algo. El Chato volvió la vista hacia la Cordillera de los Andes, miraba hacia cualquier otra parte y sin responder preguntó:

–¿Que vamos a tirar hoy día maestro?
–¿Eso te estoy preguntando yo hueón? –le respondió el Patrón. Ahora si no me querís contar, cosa tuya –agregó.
–Na' maestro, no pasa na'. Venía pensando en unas gueás antiguas, de cuando murió el Rucio Lalo abajo del puente, se congeló. ¿Usté se acuerda de él?
–Esas son gueás que pasaron mijo. Usted ahora tiene familia, así que esas gueás valen callampa, usted no tiene que pensar gueás, tiene que pensar en su hijito, su mujer y en que hoy día hay más pega que la chucha.
–Jajaja –se echo a reír el Chato. Que yo sepa a eso vengo. No vengo na’ de visita. Eso si que le agradecería un choquero con tecito caliente porque estoy requete-contra-cagado-de-ofrí.
–Puta mijo, no faltaba más. Si sé que hace frío.
–Ayúdame a desarmar aquí un poco primero y vamos a tomar algo.
–Como usté diga poh Patrón.

Desataron las cuerdas que amarraban la mercadería y saludaban a los otros locatarios que entumidos iban apareciendo. Algunos con guantes, bufandas, y parkas gigantes seguían tiritando. Otros viejos con polera manga corta ni siquiera se inmutaban. El camión estaba cargado hasta el cielo, los repollos estaban cubiertos por una delgada escarcha y debían quitarle rápidamente ese hielo o sino se quemarían. Todo venía cubierto por una carpa plástica, pero no fue suficiente la cobertura porque el viento y la velocidad del camión habían destapado los apios y los zapallos italianos, y venía quedando la zorra con las verduras. El Chato se montó sobre el camión y el Patrón le tiró una escoba para remover la escarcha acumulada. Estuvieron media hora en eso y comenzó otra vez la lluvia, esta vez no tan violenta. Tuvieron que mover el camión bajo un techo y seguir trabajando allí, lo hacían en turnos, ya que todos necesitaban trabajar sin mojarse y cubrir y rescatar sus inversiones. Después de una hora ya tenían los productos bajo una estructura armada. El puesto tenía una ubicación privilegiada de acceso, porque estaba al comienzo de una avenida. Y como sabemos, por calle Bellavista bajan del barrio alto los clientes mas adinerados, ellos al descender de sus autos veían las vitrinas de frutas y verduras alineadas como verdaderos ejércitos de rico perfume, coloridos tonos y nutritivas vitaminas. Ambos ordenaban los mesones con una paciente perfección única, relucían las frutas parecidas al cristal y una vez realizada esta tarea, se daban la mano, miraban el ambiente y se sentaban unos minutos a esperar que aparecieran los compradores.

Cuando el Chato se puso las manos en la cara en forma de oración y se tiró calor para calentarlas, el Patrón recordó el choquero con té y dio un grito a su esposa para que preparara dos tazones de té hirviendo.

–¡¡Chucha mi guacho!! –exclamó el Patrón. Se me olvidaba que no has desayunado nada. Como yo tomé café y pancito tostado temprano en la casa, no me acordé de ti. ¡¡Puta que soy vaca yo por la cresta!! –agregó riendo.
–No se preocupe. Ya se me había olvidado. Tengo el cuerpo calentito con el movimiento.
–No seai mentiroso Chato. Yo te conozco. Vos soy terrible pillo hueón. A mi no me pasai gato por liebre.
–Pero vio como lo hice pensar lo que yo quería. Me calenté las manos y usté se pegó el alcachofazo altiro. La escurría es gratis.
–Si poh, si sé que lo hiciste por eso. ¿Que quieres té o café?
–¿En serio puedo pedir café?
–Obvio poh compadre Chato, o sino para que le voy a estar preguntaba gueás.
–Ya, café entonces. Hace años que no tomo café. Este café suyo te deja prendido pa’ trabajar.
–Esa es la idea. Que la hagamos cortita y te vayas temprano donde tu mujer. A regalonearla.
–Ya poh, pulento trompa, pongámosle ñeque. A todo cachete, sin parar.

Trabajaron sin parar durante horas, se esmeraban a la par, y a pesar de la lluvia y el viento ellos seguían conversando de cosas que al Chato le servían para afianzar una amistad y para entender que solo esforzándose y aprendiendo iba a poder conseguir las cosas que anhelada entregarle a su mujer. Le quedaron dando vueltas las palabras de su Patrón que decían que solo debía preocuparse por los vivos, porque los muertos ya no compiten y solo nos atormentan la existencia, más todavía en las circunstancias en que todo aquello ocurrió. Era decadente traer de vuelta esos sentimientos de dolor y ausencia. El Chato estaba alegre. Ya se podía ver que saldría el sol en la tarde. Una tímida luz en el horizonte mostraba sus primeras señales calurosas. Claro que, este sol era absolutamente de invierno, puesto que, no calentaba a nadie.

2 comments:

tallarin cervecero said...

Adelanto del próximo libro?

la polla literaria said...

Este sería el tercero, en la Polla Literaria se estima que podría ver la luz a mediados del 2011, es un extracto de las andanzas del Chato y la Perra que llevaría por título "El lENGUAJE DE "LOS VIVOS", el segundo es "Rabiosa", ya anda un ejemplar dando vueltas por ahí...??

Saludos guachos de Fetuchinnes y PilseNERDS..

Elver Godzila