Wednesday, October 11, 2006

La puta gana (extracto)



No creo que sea sueño en la tarde, simplemente ella no me quiere ver, es culpa de mi escatológica adicción y su avejentado devenir de noches tristes y solas.
-Perra culiada- pienso. Permito cualquier opinión.
-Romántico- díganle eso al Elver que se la pasa mirando por la ventana por si su amor
aparece y ella no se da por aludida. Entre desesperado y adicto bebo jarabes y vinos baratos que me vuelven torpe y sedado a la vez, pero lerdo y eso me confunde, avanzo mandándome una cagada tras otra, mi madre alterada vocifera:
-¡Siento que aún no me mejoro de ti!-. Como si el embarazo fuera una enfermedad.
Es la edad de los errores la que me persigue, a pesar que alguien me hace cosquillas, me encuentro con mi negro amor incompleto y la maldita luz de alguien, es difícil para un ser tan opaco como Elver Cruzila, y para mi, pero lo haremos a su modo, sin perdedores y en silencio...
En el universo puedo distinguir las casas de la luna con las luces encendidas, las casas de la Tierra no alcanzan a iluminar los pasos de sus moradores noctámbulos y llenos de vestigios inciertos. De los bloques salen cientos de negros murciélagos vomitados, chocan entre ellos, los débiles quedan pegados en contraseñas blancas. Ocurre en bastantes circuitos. Una vecina de esas que cotorrean todo el día corre espantada gritando:
-¡ELVER… MUCHACHO…los murciélagos son peligrosos…AGUARDA!-
-No señora, si tuvieran rabia la municipalidad habría fumigado- le aclaro.
-Tu dices que no tienen rabia, pero no sabes si tienen rencor.
Un arrendatario hace chillar su Hammond nuevo, es penoso entregar tanta dedicación y tiempo a perfeccionar rúbricas artísticas sin pies ni cabeza y a los meses mirar tu cara en el espejo y resignarte a encontrar otra tumba, es parecido a tener una compañera, amarla y después de unos meses dejarla sola y con infecciones, en parte, por no decir en todo, ellas son culpables que nos preocupemos tanto por lo exterior, las razones interiores importan poco o nada cuando ves unas tetas y un culo girando, un feriano les grita en éxtasis:
-¡Estás como papo!-. El del puesto del lado continúa: -¡Como Paponérselo!-
En la feria me encuentro con María Mall y sus ojeras de anoréxica, siempre he creído que las ojeras son atrayentes bajo unos ojos verdes, les da un tierno aire calentón, nos besamos las mejillas y le pregunto:
-¿Qué te pasa?, ¿te ves cadavérica?
-Aparte de los problemas Elver, me sentía gorda y empecé a vomitar.
-¿No gueí? ¿Vomitas?
-Sí, después de cada comida.
-Yo creo que vomitas cuando el pico te toca la campanilla.
-Oye gueón. No seas ofensivo, yo no te critico por robar ropa donde Caroca.
-¿Quién te lo dijo?, nadie debía saberlo.

-Robaste y eso siempre se sabe.
-¿Tienes cogollos?
-Sí, pero son personales.
-No hay drama, te los compro.
Ella armó uno gigante, por ambos lados del papelillo caían cogollos, era hermosa su forma de armarlo, con la misma calma lo encendió.
-Ponle un bombero- le digo.
-¿A quién?
-Al pito.
-Pensé que a tu polola.
Ella es una mujer hermosa, pero a mi me gustaba cuando era una matita absoluta. En la feria observamos los productos, a veces te equivocas y compras algo a quinientos y caminas tres pasos y está lo mismo a doscientos, mi madre se enoja cuando regala la plata, a María Mall le da lo mismo, no se da cuenta, imagino que a Margot Kahl también.
Volví a casa, mi sobrina Paz jugaba ahorcando al perro, interrumpo su juego y le pregunto:
-¿Me llamó alguien?
-Si me dejas decir un garabato te digo.
-Bueno dilo, ¿quién me llamó?
-Nadie cagón.
Siguen ahí. Despeguen. Arriba todos tenemos cosas que decir. Yo creo en esa mentira. Ochos perros negros siguen violando a una perra blanca, en turnos, la persiguen por las calles hartándola con su calentura canina. Esta tarde trata de dos hombres que ambicionan cumplir en el siglo XXI sus propósitos de otros períodos.
-Charlie Parker tocando el saxo es como un león comiéndose una cebra- me dice Damián haciendo como si masticara al animal inflando sus cachetes.
-Hablando de comida, una vez estuve con una mina en un motel y traté de sacarle los calzones con fina sensualidad y ella prefirió hacerlo sola. Dejó los calzones escondidos en su cartera, pensé que podían tener caca y después tuve un cierto rechazo.
-Cuando estoy con una mina que realmente me interesa, me corto.
Tal vez lo peor sea que Damián y Elver son irremediablemente jóvenes, y Gustave Flaubert Y Felippi Pipi Ingazzi unos huesos bajo tierra. Damián llega con unas botellas de cerveza y dentro de un periódico viejo al menos medio kilo de macoña verde recién podada. Después de invocar múltiples jazzistas muertos, el saxo y los solos de plumillas sonaron mejor. Un saxofonista es la marioneta del viento dentro del pulmón de alguien, Damián abre la ventana de su pieza que está sobre la casa y grita:
-¡Bebamos esta cerveza pasando frío!- Por supuesto que cierro la ventana y titubeo sobre el buen gusto de Damián, camina alrededor de la habitación tratando de encontrar algún viejo síntoma que lo haga volver a querer ese sitio, enciende un cigarrillo caro y el título exacto de la escena podría ser “sarcasmo café”.
-¡Quiero tener un horizonte libre con mi guitarra en las manos!, pero todo Santiago está tan cerrado, miras para el sur y ves montañas, al norte la misma tanga.
-Nuestro mundo jamás se convertirá en una marmolería- le digo invocando frases de un libro de poemas empolvados de Don Vicente.
- Sí, tienes razón, la gueá que dije.
Las hermanas de Damián me llaman “el niño”, es un lúdico sistema castrador, Elia cuelga su ropa recién lavada en los alambres del patio, un gato le ronronea entre las piernas y ella se deja querer. Su ropa interior es blanca igual que su esencia adquirida ojeando libros de Alejandro Jodorowsky y unos cuantos otros de Reiki y meditación trascendental.
-El dolor seduce la anestesia- canta Damián.
-Debería ser al revés.
-No, claro que no, así está bien, lo contrario sería lo rico. Quizás nadie lo entienda.
Damián bebe cerveza y llama a su gato Aire. En la radio suenan acordes de las praderas
escocesas y en un ataque de zoolatría Damián se lanza a besar al gato, todo en un ambiente
muy romántico, tres guitarras son la casa de Aire, el gato las ocupa sin inmutarse, suena
Carl Cox, the player. Antonia Jassim pinta cuadros alocados en su pieza, lanza colores
a la tela buscando parajes costeros, con conchitas y hojas secas que avanzan con la
corriente, una gélida cara se refleja en la profundidad del pincel, es una pintura mística. A
Antonia le encanta esa palabra. -Místico-, como si adoptara fuerzas y energías al decirla. Y
la repite, la embruja, una pintura mística realizada con misticismo, aunque sea un tanto
místico decirlo. Compramos muchas cervezas tratando de evitar ir donde las “cumitas” a
comprar marihuana, las bebemos escuchando a Radiohead y de igual forma, juntamos la
plata para los cuetes. Caminamos por Eureka Dark Plaza dando zapatazos a las piedras, los
dos vamos pateando la misma y de paso aprovechamos de espantar a unos basenómanos
con cierta repugnancia, ellos sufren como perros condenados a comer caca. Coprófagos.
Comen feca a la hora de almorzar las sobras. En la Pío VI no sobra almuerzo. Pocos
almuerzan. Las casas son feas y los habitantes flacos, siempre están hablando de algún
espécimen que esté en cana, de algún movimiento, gueas turbias.
Damián ignora las cuchillas y les responde violentamente.
-Eso nos puede traer problemas- le digo.
-No creo. Están tan flacos que les pego un combo y se cagan.
-Evita compadre.
-Evita Perón. La Madonna está cada día más rica, demasiado rica diría yo.
-Y eso que fue mamá.
Compramos una caleta de pitos y volvemos. Un incienso humea al fondo de la pieza y el gato duerme acurrucado entre las guitarras. El incienso es para evitar problemas con los vecinos y los olores de los gatos, Damián no comprendía bien porque debíamos caminar rápido y sin mirar feo a nadie, los basenómanos son capaces de cortar tu cabeza por una papelina más, ellos creen que somos de plata y nos piden desesperados. Una tarde le di diez pesos a uno, ironizando, y me los recibió igual. Quizás con otros cincuenta parecidos a mí le alcanzaría para otra cachetada, y a caminar otra vez. Pedir es su profesión y mientras avanzan en la miseria anhelan encontrar el final. La policía pasa de ida y de vuelta, saben que esto es terrible. En realidad, no creo que sepan. Nunca saben nada. Un policía es alguien inculto que prefirió quedarse con un disfraz de niño. Damián pone Siouxie y nos reímos de las putas de la Blondie y el pasito de las piernas cruzadas. Izquierda derecha y aleteo, derecha izquierda y aleteo. Un paso raro que la mayoría de las putas góticas hacen. Es un festín decadente de oscuras personas que solo aspiran a ganar el concurso del jopo.
Damián Jassim siempre tiene gustos musicales a tono con los días, esa tarde hacia mucho frío y Jassim escuchaba a Ray Charles.
-Las minas me mandan cartas, pero no estoy ni ahí con ninguna gilipollas.
-Tu última mina fue muy mala.
-No tanto, la Pao siempre me ha gustado, es como yo- dice Damián.
-¿Hombre?
-No, quitada de bulla. Habla cuando es necesario.
-Dice presente en la sala y permiso en las micros.
-Claro. Ni siquiera dice provecho.
-Eso no se dice. Lo encuentro último.
-Sí, ”provecho”, la guevá tonta.
-Es como decir “salud” después que alguien estornuda.
-También, la guevá necia.
-La Pao es super bonita, parece cuica italiana.
-Y eso que nunca la has visto en pelotas.
-¿Rica?
-Rica es poco, mojaba las sábanas. Nunca nos podíamos soltar por completo. “Vos cachai”, esta pieza es una habitación universal, entran y salen los que quieren. Esa guevá me aburrió. Los que somos, somos, los demás palomos. Se me han perdido decenas de compact y cassettes, se me perdió el cassette tuyo de James y uno de Tricky de la Antonia, menos mal que no se ha dado cuenta. Los gatos siguen entrando y se mean en los cojines. Me gustan los gatos, pero se ponen huevones.
-Sube un perro entonces.
-¿Y la caca?
La pieza de Damián es un antro poético, casi beat, una joya de antología en bruto, con fotos de todas las razas y las historias etílicas de misceláneos paraísos próximos, nunca pude salir lúcido de ahí, menos Cruzila que se tomaba hasta el agua de los floreros.
-¿Porqué dejaste de venir un tiempo?- pregunta Damián afinando una guitarra y con el movimiento despertando al gato Aire.
-De taimado, me gusta estar aquí.
-Compré estos inciensos para evitar los meados de gato.
-Para soportar los meados tóxicos de gato querrás decir.
-Una vez el Ítalo le puso una bolsa amarrada en la tula al gato y cada vez que meaba se juntaba ahí el pichi. Después se dio cuenta que podía pegar los trabajos y las maquetas con la excéntrica solución.
-Pero le ponían rojos por hediondo.
-Lo pudo usar una sola vez. Cuando la maqueta era sobre el “Mercado Central”.
-La Pao odiaba los gatos y siempre peleábamos por eso.
-¡La Pao!, ¡La Pao!, me tienes huevón con la Pao…
-Y cuando hablas borracho de Ly García y yo tengo que escuchar tus plegarías cabrón reculiado, tienes que ser más tolerante, ¿te gusta que te escuchen o no?

-Ok, uno cero.
-Hablar de mujeres es signo de mal gusto.
-Cambiemos el tema.
-Fórmula uno.
-Fútbol.
-¡Coños!
-El sábado en una fiesta me agarré a una morena top y después nos fuimos a la “Plaza
de los Callados”, la negra estaba marihuaneada y quería puro chuparme la verga, me decía:
-¿Te lo chupo rey?, y le dije que bueno de una, después quise bigotearme, pero ella había bailado toda la noche y me acordé de mis gatos, la chica top estaba pasada a marisco.
-¿Quién es?
-No te puedo decir. Es la mina de un amigo tuyo.
-¡Que importa!, no soy un paparazzi copuchento, es para no cometer en el mismo error.
-La Toñita.
-Ah, si sabía, esa negra es cochina.
-Pero es rica.
-Que pena, tremenda figura, inmenso culo y tan podrida.
-Y las tetas, más encima con frío, los pezones parecían pequeñas pichulitas.
-¡Rica!, se me paró.
-Los perros me ladran con rabia, debo tener olor a gato.
-Tal vez sea olor a perra.
-A perra del sexo.
-En todo caso si te ladran mucho asegúrate unas piedras.
-Demás. Oye, ¿qué vas a hacer más tarde?, podríamos fumarnos un perno. Quinientos y quinientos.
-Mejor setecientos cada uno y nos compramos una chelita también.
-Me compré un compact de meditación. Un mantra rock.
-¿Te lo compraste donde la chica Alicia?
-Sí, es bien pegado, se parece a Tomita.
En la pieza de Damián todos se sirven, los gatos juegan con la ropa sucia. Saturnino se comporta como una verdadera sabandija y habla exclusivamente de él, su nihilismo atroz deja al desnudo una descabellada dictadura cerebral.
-¡Estoy más chato que nunca!, la Antonia cree que es única por sus inciensos y sus libros de chacras, reiki y runas, pero en otros barrios está lleno de minas así, me cargan todos los conchesumadres, ¡BAJA LA RADIO, ESTOY HABLANDO YO!, esta noche salí a ganar, ¿hay pisco?, quiero un trago fuerte, a la Antonia la dejaron mal las motos. Me llamo Cheltox, estoy aplastando bicharracos, ¡PÁSAME EL MICRÓFONO!, voy a cantar.
Todo puede ser, todo en un segundo, Damián mira el cable y toca la guitarra, me pide que suba el volumen de la tele, les digo que los gatos cuando están enamorados no comen.
-No puedes concentrarte en las dos cosas- dice Saturnino
-Tengo cuatro cerebros aquí arriba,(se golpea la cabeza).Cago y leo. Escucho música y monto a la Pao.
-Eres un fenómeno entonces.
-Un tragafuegos es capaz de hacer malabarismo.
-Ya entendí huevón.
-No te enojes, hagamos cerditos.
El humor de Damián es gringo, igual a un Al Bondi criollo, Antonia atiende el negocio, su madre fue a Zapallar y se encontró con Ly García. Se telefonean como cartománticas.
-¿Con qué has tenido problemas?
-Con la abundancia.
-No te preocupes, hay cosas peores.
Damián estaba muy borracho y Elver también, esa escena se repetía como la deuda que deja un lápiz si se esfuma, Elver gritaba al televisor, llega Damián corriendo entre tropiezos y gritando: -¡Golpéame, dame el combo que quieras!-. Después de eso se va.
Masushi nos regaló un paquete de macoña y nos salvó la noche, con el ahorro alcanzamos a comprar un pisco del malo. Lo bebimos de a poco, entre arcadas. Las chicas que vendían marihuana lloraban porque en la tarde habían llegado los pacos y se habían llevado al “care guape”, y a otro que le estaba comprando. Los basenómanos juntan cenizas en una hoja de cuaderno, fuman pasta con ceniza, creando un yen pox cuma, nos dicen:
-¡Quedó la patá!- Quieren decirnos que todo se funó.
Damián pone Pánico y dice que conoce a Rosita. No sé siquiera si exista esa mujer, de ser así le deseo que pueda ser una gran porno star, cambiamos la música a danzas pigmeas. Tenemos estufa y cigarrillos. Antonia y Elia conversan de Periodismo y beben café. Elia estudia y se hace preguntas sola, siempre parece con problemas o pensando en cosas virulentas, vive seria, como si vivir fuera únicamente una mala excusa para no morir. Damián afina por sexta vez su guitarra y no lo consigue, le apago el amplificador, él se molesta dando alaridos pavorosos: -¡Estaba creando inconsciente de mierda!-
Saturnino sigue bebiendo y nos cuenta que cuando era chico siempre lo sacaban, por sabio e inquieto, a resolver los ejercicios en la pizarra, empezaba a escribir la respuesta y todo el curso se mataba de la risa, después comprendía que estaba escribiendo hacia arriba.
-¡Yo soy ganador. Escribía hacia arriba. Tu entiendes Elver. Hacia arriba!-
(Saturnino apuntaba el cielo buscando a un ángel. Un angelillo. Un loco. Un país nuevo, mentalidades nuevas. Todos confabulados en un único ideal de liberación)


1 comment:

Claudia Trejos said...

Los años pasados en Eureka me hicieron recordar el olor a meado de gato!!! Ah una cosa Elver Cruzila ví tu imagen en la casa de los cuentos y estabas como ido, como en otra parte, como místico diría Antonia, cómo pérdido diría un sacerdote, cómo toxicomano diría un policía, yo diría que eras como un niño a punto de orinar los calzoncillos!!!! Un abrazo y continúa vaciandote de esta manera, los vítores y aplausos para ti.
Saludos